Con frecuencia oigo decir, por ejemplo, “ese estilo no se acostumbra en el juego de la política”, entendiendo como política el manejo de la polis, la ciudad o el estado y entendiéndose como estilo, la honradez, la verdad y la lealtad incluso con el adversario.
Bolívar fue un hombre leal, lleno de patriotismo y rechazó siempre la deshonestidad y la mentira. También oigo decir con frecuencia“así es el juego de la política” o quizás peor, suele decirse en medio de burlas, “entendamos el juego de la política”, como diciendo que sin astucia, maldad, mentira, no se puede actuar en política.
Y me pregunto ¿es que la política es un juego?. Siempre me resultó repugnante leer algunas obras de Maquiavelo, sus visiones del mundo de la política, sus recomendaciones, sus conclusiones siempre me parecieron alejadas de lo que debe ser el espíritu noble y transparente de quien desea servir. Es más, el nombre de Maquiavelo quedó marcado para siempre, como el de la mala recomendación, como lo truculento, lo astuto que debe ser quien actúa en política.
Esa idea del “juego de la política” se ha extendido tanto que, por supuesto, hay quienes detestan la actividad política. No me gusta la política, la política sí es sucia, la maldad y la viveza predomina en ese mundo. Y la verdad es que así ha sido, salvo honrosas excepciones.
La política no es la mala, es una actividad noble, exigente, un servicio invalorable y un aporte al bien común. Si me interesa el bien de todos, debo participar en política de conformidad con mis talentos y conocimientos y en el lugar donde mejor pueda ayudar. Todos los seres humanos, unos más que otros, estamos llenos de ambiciones de poder y de dinero, llenos de vanidad y figuración, deseos de dominio muchas veces insaciable.
El Papa Pío XII llegó a decir que la política era la forma más eminente de vivir la Caridad después de la religión. Qué afirmación tan hermosa. La dignidad de la persona humana y el respeto escrupuloso de sus derechos, la búsqueda permanente del bien común y la solidaridad entre todos los pueblos, debe ser el objetivo siempre presente de quienes deseen practicar una sana política que busque la felicidad temporal, que será siempre limitada, de los seres humanos en la tierra.
Por eso todo totalitarismo como el comunismo, el fascismo, el nazismo y las dictaduras de cualquier signo, serán malas, aborrecibles y terminarán en un holocausto para todos, hasta para los gobernantes. Dios quiera tengamos mejores tiempos en Venezuela. Ayer vi a Juan Guaidó y me impresionó su humildad, su sinceridad y su cercanía con la gente. Eso no basta pero es un buen augurio. Ojalá sea una señal cercana de un país verdaderamente libre y democrático.
Joel Rodríguez Ramos