El Misterio de la Santísima Trinidad se nos enseña desde el Catecismo de la Primera Comunión. Nos decían: es el misterio de un solo Dios en tres Personas. Y recalcaban que no eran tres dioses, sino uno solo, pero que sí eran tres Personas y un solo Dios.
Ahora bien, ese gran misterio, tan importante pues se refiere a la esencia misma de Dios ¿qué influencia tiene para nuestra vida? Porque, comprenderlo no podemos. Eso también lo sabemos desde la Primera Comunión. Entonces ¿cómo aplicar a nuestra vida diaria eso de que Dios es Uno en Tres Personas?
Algún significado tendrá el Misterio de la Santísima Trinidad para nuestra vida espiritual, aunque no lo podamos comprender. ¿Cómo, entonces, vivir este misterio?
Cuando estemos viendo a Dios tal cual es, cuando hayamos llegado a la “Jerusalén Celestial”, allá estaremos en Dios y Él en nosotros (cf. Ap. 21, 10-23). Pero mientras tanto Jesús nos ha ofrecido esto: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada” (Jn. 14, 23-29).
¿Cómo es eso de hacer morada en nosotros? Cierto que es en el Cielo donde estaremos unidos con Dios plenamente y para siempre, pero la buena noticia es que desde aquí en la tierra podemos comenzar a estar unidos a la Santísima Trinidad. Eso es lo que Jesucristo nos prometió.
Veamos: El Espíritu Santo está siempre tratando de que busquemos y cumplamos la Voluntad de Dios. Por eso hay que ser perceptivos y también dóciles a sus inspiraciones. El Espíritu Santo trata de hacernos semejantes al Hijo. En eso precisamente consiste su labor de santificación.
Luego el Hijo nos lleva al Padre. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquéllos a quienes el Hijo se los quiera dar a conocer” (Mt. 11, 27). ¿Y cuándo nos lleva Jesús al Padre? El tiempo depende de nosotros. Eso es justamente lo que nos dijo: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada”. Es decir, Jesús nos llevará al Padre cuando vayamos respondiendo a lo que Él nos pide: amarlo, cumpliendo la Voluntad de Dios.
De esta manera podremos vivir desde la tierra este misterio de la unión de nosotros con Dios y de nosotros entre sí. Ese es el significado de lo que se repite al comienzo de cada Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.
Isabel vidal de Tenreiro
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