Tal vez no sea más que una afirmación extravagante pero, oh sorpresa, con el tiempo se me parecen más Arturo Uslar Pietri y Jesús Ignacio Cabrujas.
Cada quien en su lugar, a pesar de sus diferencias éticas y estéticas que seguro las hay más allá de corbatas y peinados, se funden ambos por románticos y vaya usted a saber por cuántas cosas más, en una perspectiva pesimista de y sobre lo venezolano.
Por encima de apariencias, posiciones políticas, biografías y méritos personales, poseen un sentido en común que los hace hiper-críticos es decir en el fondo idealistas frente a lo que hemos sido y por tanto pesimistas en relación a lo que fuimos o a lo que podemos llegar a ser.
Para muestra dos botones: el Doctor Uslar afirma en algún lugar que, “construida con petróleo transitorio se alza en Venezuela una nación fingida. De calidad tan transitoria como el petróleo con que está construida esa apariencia. No más verdadera que una declaración de teatro”.
Cabrujas por su parte, hace decir a Guzmán, uno de sus personajes de «El Americano Ilustrado»: “¡Brindemos entonces! ¡Por el nuevo ministro de Asuntos Exteriores! ¡Y digo asuntos exteriores porque un país como el nuestro, en el caso de que lo sea, no puede tener relaciones exteriores sino asuntos exteriores! (Ríe)”.
Esta visión pesimista, ¿realista?, desdeñosa y sin fe sobre nosotros mismos ha tenido una terrible influencia en las formas como se ha entendido y ejercido la política a lo largo de toda nuestra existencia como nación.
El poder y la urdimbre social que lo acompaña, argumentan, se han organizado como vehículo para administrar a favor de unos pocos la Conquista, la Colonia, la emancipación, el botín, el caudillo, el gendarme necesario, los andinos en el gobierno, el Nuevo Ideal Nacional, la democracia, la Gran Venezuela o la Revolución Bonita, también conocida como el Socialismo del Siglo XXI.
Aquí adentro y en el exterior se nos concibe como país de tres patas, a saber : geografía, caudillos y petróleo.
Alguna que otra batuta, científico o artista, guante o bate de béisbol sobresalen, pero socialmente carecemos de raíz próspera y generosa más allá del pasaporte que nos da identidad de pasajeros en tránsito.
Éxito personal de lotería, producto de la corrupción y por qué no y a veces del esfuerzo.
En tal sentido Uslar y Cabrujas no hicieron sino reproducir y multiplicar ese arquetipo satanizado y definitorio de lo que supuestamente somos.
Y como prefiero la obra al obrero digo que su huella no ha sido ni la que ellos mismos esperaban que era supongo la de retratarnos, cada quien en su estilo, para que pudiéramos salir del laberinto en el que seguimos siendo.
Más bien nos hemos ido convenciendo de que así somos, !y qué!, para justificar nuestras realidades y derrotas, y así embaular cariñosamente nuestras crisis y fracasos.
Valdría la pena detenerse a valorar estos detalles ahora, para que la Sexta República, la que vendrá, no sea, deseo, idéntica a las anteriores.
Leandro Area
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