Me llegó por rebote, pues no tengo Twitter, éste de Rafael Arráiz Lucca:
Sigamos en el NOSOTROS, que nos ha ido bien. No pasemos al YO, que no nos conviene.
Interesante reflexión que abarca diversos aspectos de nuestra vida: en lo personal, como miembros de una sociedad, como hijos de una nación o como ciudadanos del mundo. Empecemos por lo personal.
Si estamos metidos en nuestro yo, es decir, si sufrimos de egocentrismo, fácilmente pasamos a las etapas siguientes: el egoísmo y la egolatría, en descenso cada vez más negativo. Nuestras potencias de la inteligencia, la voluntad y el amor, en lugar de ir hacia afuera, por la fuerza centrípeta que ejerce ese ego hinchado, se revierten sobre nosotros mismos y nos vuelven incapaces de considerar al otro. Los demás no existen, sólo existo yo y anulamos toda relación social. No podemos ejercer la comprensión, la fraternidad, la tolerancia, el perdón, la misericordia ni la caridad.
Si el hipertrofiado yo se proyecta en la sociedad, hace de ésta unos círculos cerrado en torno a intereses comunes. Aparecen los grupos elitistas, discriminatorios, impenetrables para los que vienen de fuera, la famosa bola negra de los clubes para rechazar aspirantes a miembros por su color, raza, religión o clase social. ¡Ay cuando esto pasa a ser nacional!
Un país que se centra sobre sí mismo, demasiado orgulloso de lo que es, de lo que tiene, repele al inmigrante, cierra sus fronteras al intercambio enriquecedor, a la cultura ajena y se vuelve chauvinista. Se auto-envenena e impide la solidaridad, no tiende la mano a la angustia o la tragedia del otro. Los de un pueblo así, dejan de ser ciudadanos del mundo.
¡Y tenemos que serlo! Nuestro origen es común: todos somos hijos de Dios. Y los no creyentes pueden decir: todo somos de la misma especie, constituimos la humanidad.
Con el yoísmo, en cualquier empresa humana, se pierde la eficacia. Si hubiera imperado éste en aquel momento crítico de 1958, cuando Venezuela salió del gobierno de Marcos Pérez Jiménez y comenzó a navegar en la democracia, no se habría logrado el Pacto de Punto Fijo que puso los fundamentos de ésta. Es verdad que por un poco de yoísmo pronto se salió del pacto URD, pero quedaron Acción Democrática y Copei que constituyeron el llamado gobierno de la guanábana, por lo colores de cada partido, gracias al cual Rómulo Betancourt pudo completar su tormentoso gobierno. Ningún partido se fundió en el otro, conservaron su identidad dentro de una alianza eficaz.
Es lo que deben hacer los partidos venezolanos emergentes, que están llevando la batuta, sin duda, de la política actual. Descansen un poco los tradicionales y se rehagan, vamos a centrarnos en Primero Justicia (PJ), Voluntad Popular (VP) Vente Venezuela (VV). Para mí el más abierto es PJ, su líder fundador, el reservado y poco carismático Julio Borges, le dio el paso inteligentemente al fogoso Henrique Capriles. Leopoldo López fue de PJ, pero pronto se salió y fundó VP, esperemos que Juan Guaidó sea fiel a éste. María Corina Machado no estoy segura si tanteó uno de esos lares, me parece que siempre ha andado sola, o casi sola, fue cofundadora del movimiento Súmate y en 2012 fundó VV. Para mí, ella y Leopoldo adolecen un poco de yoismo. Tienen que ser el número uno que funda y manda. No parecen resistir a nadie por encima de ellos.
Si PJ, VP y VV no forman una alianza estratégica para el bien del país, olvidando un poco los egos, aunque cada uno conserve su identidad, pero amalgamándose en una auténtica unidad de la oposición, monolítica en su diversidad, yo no veo un futuro político prometedor.
Los líderes políticos y los venezolanos en general, o asumimos en su totalidad el NOSOTROS de Arráiz Lucca, o este país se irá al…, no puedo decir ni escribir la palabra, no está en mis genes orales ni literarios.
Alicia Álamo Bartolomé