A medida que la crisis de Venezuela se profundiza, más y más opositores al régimen chavista huyen ante el temor de ser arrestados por participar en el levantamiento militar de la semana pasada encabezado por el presidente (E), Juan Guaidó, y un grupo de militares que buscaban derrocar a Maduro.
Pero en lugar de irse al exilio o a la cárcel como un mártir más del movimiento para expulsar a Maduro, muchos disidentes están acudiendo a las embajadas extranjeras como sucedió en los días oscuros de la década de 1970, cuando dictaduras militares mucho más sangrientas en Sudamérica cazaban a sus oponentes.
En los últimos 10 días tres legisladores se han refugiado en las residencias de embajadores de Italia y Argentina, mientras que el líder político, Leopoldo López, quien desafió el arresto domiciliario para participar en el levantamiento, ahora vive con su familia en la residencia del embajador de España. Otros se esconden en misiones no reveladas, mientras que 18 miembros de la guardia nacional que respondieron al llamado de Guaidó a rebelarse están escondidos en la embajada de Panamá.
Ninguno ha solicitado asilo, a pesar de que los países latinoamericanos tienen la tradición de otorgar tal estatus a los parias políticos que se presentan en sus misiones diplomáticas, permitiéndoles ingresar como «huéspedes».