Finalmente nos acercamos al desenlace de la terrible tragedia venezolana. Imposible luchar permanentemente contra una nación dispuesta a recuperar su libertad y la vida en democracia. Mucho menos cuando quienes han sido responsables de la dictadura lucen contradictorios, enfrentados rabiosamente entre sí y en lucha por la sobrevivencia física y material de cada quien. Lo escribimos hace tiempo. El enemigo de los capitostes está a su alrededor. Maduro debe seguir con cuidado a quienes lo rodean. Bastantes han abandonado el tren de la infamia y otros están a la espera del momento más preciso para hacerlo. Basta con observar y escuchar las recientes y fastidiosas ruedas de prensa, los especiales de VTV y la actitud de quienes las protagonizan para entender la profundidad del drama que viven quienes hasta ahora han gobernado. Se acabó.
La mayor parte del continente y del mundo han visto con mezcla de asombro e incredulidad cómo llegamos a la situación actual. La explicación del dinero producto de los precios petroleros es insuficiente para ellos. Para nosotros también. Ha habido un problema cultural de fondo, de preparación y de responsabilidad no asumida por comodidad o por cualquier otra causa, pero el daño ha sido tan grande y el peligro tan serio para la comunidad internacional que las cosas cambian aceleradamente. Todos quieren ayudar, pero todos esperan por nosotros como pieza fundamental de la liberación. Ya está ocurriendo, a pesar de las interferencias de algunos débiles de carácter o cómplices abiertos que deberían quitarse las caretas o, al menos, molestar lo menos posible.
Por supuesto, en el fondo de todo se trata de un proceso ideologizado desde una perspectiva socialista y comunistoide probadamente fracasada en el mundo entero. Mucho más cuando sus ejecutores son ineficientes y se fueron corrompiendo groseramente. Pero en el fondo, el esquema básico no funciona aunque pueda mantenerse sobre la base del terror, de la represión y de la amenaza permanente. No basta con levantar una muralla para detener a este socialismo como señalaba Alexander Solzhenytsin en su momento. Hace falta la acción directa para disolverlo.
Nuestras fuerzas armadas no se diferencian en mucho de la población civil. Allí y acá hay de todo. Honestos y bandidos, patriotas y “realistas”, buenos y malos. No se debe generalizar. La Operación Libertad ha trazado una ruta de tres pasos. Debemos concentrarnos, por ahora, el primero que es el final de la llamada usurpación, sin descuidar los que vendría de seguidas. La transición y al final un proceso de elecciones generales que permita la normalización definitiva.
El más serio problema que tenemos no es la violación del Estado de Derecho, sino su inexistencia. Un reto para nuestros juristas de todas las especialidades. En especial, para las Facultades del ramo en nuestras universidades.
Oswaldo Álvarez Paz
@osalpaz