«Si no cambias de dirección, acabarás en el lugar exacto al que te diriges”
(Proverbio chino)
El mundo cambia a vertiginosa velocidad. Si no revisamos nuestras sumisiones, nuestras necesidades, creencias y rutinas, si no acudimos al cambio como única manera de que no nos ahoguemos, si no cambiamos de ruta, el aburrimiento, las enfermedades y el estrés harán de nosotros irremediablemente su presa.
El cambio nos hacer sentir cómodos, tranquilos, ilusionados, contentos, es algo diferente; mientras que si decidimos aguantar la relativa seguridad que da la rutina, permaneciendo en la misma posición por años y años, así continuaremos hasta el final, aferrados a lo que nunca llenó las expectativas de una vida feliz. Nadie mejora si no hay un cambio en su casa, en su vida, en su trabajo, en su relación de pareja, en el país, en sus actividades de siempre lo mismo. La emoción y la alegría son ingredientes cuyos efectos nos llevan por el sendero correcto, ir en contravía es ir en contra de nosotros mismos.
Para lograr una mejora anímica, física, salirse de lo que aturde y daña, a veces hay que arriesgarse, fuera están las oportunidades que no vemos cuando nos sentimos encerrados, obligados u oprimidos por las circunstancias, las responsabilidades o por las necesidades. Todos llevamos dentro un sueño dormido que pocos permiten despierte y actúe, de allí la razón de que tantos no vivan su vida con pasión y decidan quedarse anclados en un puerto al que ni el canto de las aves llega, tampoco la esperanza. Si a los demás no les somos importantes, para nosotros debemos ser lo más importante. Publio Sirio tiene una frase que viene al tema como anillo al dedo: “Nadie sabe de lo que es capaz de hacer hasta que lo intenta”.
La naturaleza nos enseña todos los días que crecer y aspirar es estar vivo. Todos buscamos siempre hacer un buen trabajo, si logramos encajar en el entorno adecuado, que le reconozcan el mérito, lo respeten y traten como un ser humano, no como a una máquina, es indicio de que estamos contentos y amamos lo que hacemos. La vocación de servir es una de las más hermosas cualidades de los seres humanos, nos gusta servir, pero igual nos gusta sentirnos atendidos y bien servidos de vez en cuando.
Las cosas pueden ir muy bien en nuestra vida y trabajo por un tiempo, pero llega el momento en que uno dice: ¿qué ha pasado con mí tiempo, qué camino llevo, cuáles son mis resultados? ¡Ya basta! Vivir para muchos se ha convertido en el fútil ejercicio de cumplir obligaciones con el mundo y con los de más, olvidándose de ellos mismos.
Hay quienes dicen que oración, trabajo y silencio son tres prioridades de vida, que hacen falta retiros espirituales dicen otros, para tratar de recuperar y llevar la calma a sus atareadas vidas, las vacaciones hacen falta para refugiarse en el regazo de la madre natura, para otros puede ser muy beneficioso dedicarse a leer, a descansar o hacer cualquier cosa menos pensar en el trabajo y obligaciones de la rutina.
Grato, muy grato es darse un tiempo para alegrar y dar descanso a nuestra vida: aspirar unas bocanadas de aire fresco en la montaña, percibir el chasquido de las olas del lago contra la orilla, concentrarse y escuchar el ulular del viento fuerte y el crujir de las hojas de otoño, disfrutar del fugaz relámpago en medio de la noche oscura. Son esos momentos raros en que las fuerzas de la naturaleza y sus calmas nos traen al espíritu increíble paz.
El hombre no es solo cuerpo, también es mente y alma. En una sola dirección no puede marchar bien el estímulo de la voluntad, el anhelo de la mente ni tampoco del cuerpo, como tampoco puede ir en una sola dirección su vida.
La vida no es solo trabajo, también es alegría, disfrute, descanso, estímulo, variedad, cambiar la inveterada costumbre monótona y tediosa de acabarse la vida fustigándola sin compasión y como caballo de carreras para tener contento a los demás llegar de primero a la meta aunque llegue reventado…
Amanda Niño de Victoria