#OPINIÓN Renovar la esperanza #27Abr

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La Pascua celebrada el pasado Domingo de Resurrección es la fiesta cristiana de la esperanza. Esperanza invencible cuyo significado es decisivo para el pueblo creyente en la fe cristiana, sea católico o de otras denominaciones porque es la de la vida que vence a la muerte. Y con el más sincero respeto a todas las demás creencias y a la opción de no profesar ninguna, un derecho libre de cada uno, quisiera subrayar que la esperanza es de los rasgos distintivos de ese credo mayoritario entre nosotros los venezolanos.

El mensaje de Cristo, cuya pasión, muerte y resurrección recién recordamos es uno de vida y esperanza. Vida y esperanza unidas indisolublemente. También lo es de caridad que es el nombre cristiano del amor. “Dios es amor” nos dice Juan y Benedicto XVI “Dios es caridad”. Amar generosa e incondicionalmente. Al prójimo como a ti mismo. Aún en las condiciones más difíciles. Amar al enemigo, bendecir a quien nos maldice, hacer el bien a quien nos odia.

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En la caridad está el fundamento de la solidaridad. No es imposición de poder alguno, ni mandato legal. No viene de arriba ni de afuera. Es acto de libertad y viene de dentro. Fruto de un reconocimiento, el de que somos iguales y teniendo cada uno nuestra singularidad, compartimos un destino que nos marca nuestra común dignidad de personas. Así que es un contrasentido pretender imponer la solidaridad que es todo lo contrario al egoísmo, desde el egoísmo o al servicio de un propósito egoísta.

Vida, esperanza, solidaridad, libertad. Un conjunto compacto de convicciones, ancho y profundo, por lo mismo incluyente. Tan sencillo como comprometedor. Ahí reside la poderosa motivación que me llevó, con mis carencias y debilidades, a dejar a un lado la indiferencia. Porque una vez lo asumes la indiferencia deja de ser una posibilidad. Se hace imposible.

Con esos ojos de vida, esperanza, solidaridad, libertad, miremos el sufrimiento de tantos venezolanos. De millones de nosotros. Que tienen hambre y sed, que están enfermos, que están solos, que sienten sus derechos arrinconados, devaluados, desconocidos. Que a duras penas sobreviven y eso, no es vida. Vida digna, es decir, vida humana. Un ecosistema hostil a la esperanza, se me dirá. Me rebelo ante esa resignación.

Al renovar la esperanza, es la mirada a la vida digna, humana, la que puede y debe ser, la que queremos reivindicar y como pueblo reivindicaremos.

Ramón Guillermo Aveledo

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