A Holanda tierra de los tulipanes y bellos paisajes.
Atrás ha quedado el tiempo helado, terminó la fiesta de las escarchadas lámparas, del bravo frío y de las hojas negras, atrás ha quedado el rudo nevar del ocaso. Aparecen las coronas del rocío invitando las rosas a abrir sus cálices de purísimos aromas. Empieza cada hoja, cada árbol, cada flor y enredadera a elaborar su propio ramillete, a cantar su propio cantar, a poner bello el paisaje, colorearlo y regar sus claveles y lirios por campiñas, por veredas y caminos de la vida. En medio de la aurora el venerable cisne eleva al cielo su nuevo canto, revive la alegría, brota de nuevo la esperanza del cambio, inicio de la primavera que ya tapiza con espléndidos colores los caminos que ayer fueron del hielo.
Como reguero de liras, de arpegios, de rosas y claveles pasan alegres los niños del mundo cantando sus melodías a las mariposas que vagan libres por jardines de ensueño, sus esencias va dejando Abril mientras camina hacia Mayo mes de las flores cuyas bellezas se prologan hasta Junio. A orillas de lagos y canales cisnes blancos exhiben su pureza cual góndola de paz, un poco más allá una flor asoma su tersa corola bajo el reverdecido boscaje.
Empieza un ciclo, termina otro, llega otro y también se va como ley inexorable del destino a tejer sus propios nudos entre raíces y entre caminos, a señalar el inicio de otra primavera con olor a jazmines y a pétalos de rosa, llegó el nuevo ciclo encadenado al perfume de las lilas y ciruelos, se amplía el terreno, sus semillas extiende por doquier primavera esparciendo su germen, aventando sobre el hombre los dulces folios de la mies, afloran las prolongaciones transparentes de las uvas.
Ha llegado la luz a la sequedad de los cipreses, ancha es la tierra, brillante es la luz, bueno el abono, verde la esperanza, se renueva la cosecha, canta el pan en todas las praderas, en el combate de luz una flor levanta su estandarte ganando la lucha al invierno. La marcha del reloj continúa sin prisa comiéndose los años del hombre que son cortos y pasajeros, se destiñen los años, se descuelgan del tiempo que todo lo da y todo lo quita a su tiempo…
A punta de amor y lucha el hombre crea sus encantos en los mejores tiempos de su vida, geografía reverdecida y cantos del trabajo brillan como alelíes bajo el techo del hogar dulce hogar donde se aprende a ser bueno, a amar las raíces, amar los animales, las flores, a cantar, a reunirse alrededor de la mesa, a reír juntos, a crecer como las plantas y amar el agua que riega semillas y en tiempos de siembra el amor construye.
Como todo pasa y todo cambia, el viento de la vida nos despierta y nos alegra, nos toca su suavidad y también sus ráfagas, un grano de destino fluye por la tierra y prende en cada aurora una sonrisa.
Mientras desnudamos la historia corren las horas, el frío, el calor, el camino, los rastros, los recuerdos, el aire pasa en la hora sin tiempo, desciende el sol, se va primavera y también el verano.
Aún no hemos aprendido a disfrutar del tiempo ni del momento, nunca aprendemos que todo cambia, que la piel se nos caerá en una luna cualquiera y que la aurora tibia con los años vendrá serena o turbulenta, hasta eso podemos elegir.
Llega el verano a fecundar las flores de la ilusión, vuelan las esperanzas, miradas de besos de sol se tragan el mundo. Termina el tiempo mejor que se queda viendo lejos hacia el oscuro túnel por donde los rieles siempre se pierden… Un poeta despierta de su sueño, viene el tren, un pequeño caracol sale de la rosa, el girasol se convierte en libélula. Volverá al mundo la hermosa primavera una y otra vez, primavera que el hombre vive solo una vez.
Gracias Holanda por haberme enseñado que se vive solo una vez en la vida.
Amanda Niño de Victoria