#OPINIÓN Se engañan #6Abr

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Lo que sufra el pueblo venezolano, no le importa. Aguantemos que esto pasa, es la receta del grupito en el poder ante la crisis interna y externa que se le viene encima.

La fórmula de supervivencia con la que los que mandan pretenden seguir mandando, aunque no sea para otro fin que su propio beneficio, incluye no asumir la responsabilidad por nada y, al contrario, culpar de cualquier cosa a un poderoso enemigo externo con cómplices internos que aunque sean “traidores” o “apátridas” no son el problema, y por eso no merecen nada salvo el desprecio. Para eso cuentan con dos herramientas, la propaganda y la represión. Dicho de otra manera, la mentira y el terror. La factura es habanera, al menos el* know how* que les vendieron. Pero no se trata de un producto original. Es el mismo recurso, con adaptaciones de tiempo y lugar, de los totalitarismos, sean nazifascistas o comunistas, cuyo mutuo parecido es mucho mayor que sus diferencias, aunque se enojen mucho cuando se les dice e insistan en no admitirlo. Un conflicto que, al fin y al cabo, mantienen con la realidad en cualquiera de sus formas. De eso se trata, precisamente, ser revolucionario.

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¿Cómo pueden ser capaces de creer que el pueblo aguantará lo que sea? El primer asidero es experimental: hasta ahora ha ocurrido y así ha sucedido en la isla vecina durante más de sesenta años. El segundo es subjetivo, cierto, pero su valor no puede subestimarse en las cosas del poder: la verdad es que no les importa en absoluto lo que cada venezolano está sufriendo. Ellos y su círculo cercano no lo padecen, están por encima de esas angustias de la cotidianidad. Este socialismo rentista,
propagandísticamente llamado del siglo XXI, es consumismo para ellos y comunismo para todos los demás.

Pero esa estructura teórica de convicciones tiene los pies de barro de la superstición. Su fundamento experimental prescinde de datos históricos que no se repiten en nuestro caso como la insularidad, la Guerra Fría y antes, el prolongadísimo colonialismo en Cuba, sucedido en el siglo y pico republicano, con paréntesis más o menos breves, por los norteamericanos, las dictaduras, las de Machado y Batista y la más larga que es la de la dinastía Castro. El otro es que el pueblo venezolano no puede ser ignorado. Es paciente, pero su aguante no es infinito. Tiene hábitos de libertad y valores que defiende. Lo ha demostrado tenazmente, con sus más y sus menos, durante las dos décadas de este intento de imponerle un modelo ajeno.

La política del poder que como ésta, parta del desprecio a los hombres y mujeres de Venezuela está condenada al fracaso.
Cuando me atacan la frustración y el cansancio, cuando siento como si me consumiera este combate desigual e injusto, cívico para nosotros y violento para ellos, pienso en ese pueblo que conozco porque es mi pueblo. En Caracas y en toda la región central, en mi Centro Occidente, en el Zulia y en los Andes, en los Llanos, en Oriente y en Guayana. Y me siento fuerte, porque no tengo derecho a otra cosa.

Ramón Guillermo Aveledo

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