Así como en Caracas el cochero más mentado fue Isidoro Cabrera, a quien Billo Frómeta le compuso un célebre vals, en Barquisimeto lo fue Graciano Saso, quien estableció su empresa de coches tirados por caballos en 1892. Antes que él en la capital larense hubo otra del español Antonio San Miguel Pagés y también fueron muy conocidos los cocheros Juan Gudiño, Tulio Marrufo y Nicolás Casino.
A la muerte de Graciano Saso, su hijo José mantuvo su apego por sus caballos y sus coches “con el amor que un verdadero marino siente por su buque y por el mar” como contaba Rafael Domingo Silva Uzcátegui en su Enciclopedia Larense publicada por el gobierno del estado Lara en 1941, primera fuente para saber de los primeros carros en la ciudad musical.
Esta enciclopedia es obra de obligada consulta para quienes aspiren conocer parte de nuestra historia regional. Escritor e ilustre cronista, hijo de Curarigua de Leal, nacido en 1887 y fallecido 93 años después en 1908 en Barquisimeto, Silva Uzcátegui fue conocido por los dos tomos de geografía, historia, cultura y lenguaje del estado Lara, su célebre enciclopedia.
Este singular torrense fue miembro correspondiente de la Academia de la Historia. También consultamos las bien documentadas crónicas del acucioso colega periodista Luis Alberto Perozo Padua, por un tiempo al frente de la memoria documental de Palavecino.
Según Silva Uzcátegui, los primeros progresos de transporte en el siglo XIX en tierras larenses fueron algunos caminos carreteros para coches, medios de transporte utilizados por las familias porque los hombres preferían hacerlo a caballo. Los coches de viaje usados en la época eran de tres caballos con capacidad para cuatro pasajeros.
Para andar en Barquisimeto se utilizaban las calesas, coches tirados por dos caballos con capota y para dos pasajeros. Para matrimonios y bautizos, como para desfiles de Carnaval eran muy solicitados los landós, coches de cuatro ruedas y descapotables.
Para visitar a sus pacientes algunos médicos usaban un coche tirado por un solo caballo y conducido por ellos mismos llamados “quitrines” y entre ellos estaban los doctores Martín Alvizu, Jesús María Garmendia y Antonio María Pineda. Lo de quitrín vino por su capota plegable para guarecer al pasajero del sol o la lluvia y se abría con un mecanismo de muelle Catherine, que pronunciado al castellano sonaba quitrín.
Para acarreo de productos del campo, frutas, hortalizas, granos, se utilizaban carretas de carga tiradas por mulas también usadas para transporte de leche y queso desde las haciendas vecinas. También para traer a la ciudad agua del río Turbio para familias acomodadas se utilizaron carretas de mula hasta que Eustoquio Gómez construyó el acueducto, pero esa es otra crónica.
No había muchas vías. Desde Barquisimeto había carretera hasta El Tocuyo, de paso por Quíbor y la de Yaracuy hasta San Felipe. Para Yaritagua había dos caminos, uno por Santa Rosa que atravesaba los cañaverales y aún existe y por el cerro del Cercado, más larga pero no atravesaba ningún río utilizada sobre todo en periodos de lluvias.
Para Carora los coches transitaban veredas y quebradas, desafiando cardonales y tierras secas porque no había carretera. Para los llanos había una sola vía por Cabudare hacia Acarigua.
Otra de las iniciativas del gobernador del estado Lara
https://es.wikipedia.org/wiki/Estado_Lara, general Aquilino Juares, fue la construcción del tranvía y la calle del Comercio, hoy avenida 20, a partir de entonces fue surcada con rieles sobre los cuales se desplazaba un vagón tirado por bestias llamado por la gente el tranvía de
caballitos, inaugurado en 1897 para la reducción del tiempo de circulación de mercancías y pasajeros.
El ingeniero Andrés Palacios Hernández construyó las líneas del tranvía y la administración estuvo a cargo de la empresa Bolaño. El primer gerente fue el español Celestino Fraile García, popular y querido por su afabilidad y cultura.
Se puso de moda ir a la estación del ferrocarril como grato paseo en el tranvía de caballitos que salía desde la antigua plaza Bolívar –hoy plaza Lara frente a la iglesia de San Francisco– con un ramal principal por la calle Catedral, actual calle 23 (Imagen tranvía de caballitos) y donde todavía quedan algunos rieles de muestra, subía por la calle del Comercio hoy avenida 20 y cruzaba por la avenida 5 de Julio, calle 30 hasta la estación del ferrocarril.
El éxito del tranvía llevó al gobierno a contratar otro ramal desde la esquina conocida como de Villoria, en el cruce de la calle 23 con la avenida 20 y tomaba hacia la iglesia Altagracia y otro ramal adicional hacia el oeste con destino a las casas comerciales de Lindhemeir, Blohm y Calderón e hijos.
De estas crónicas sólo quedaron algunas fotografías porque en la memoria de la gente no se fijaron estas imágenes del Barquisimeto que se fue, después que el hombre se apeó del caballo y se montó en el automóvil.
Juan José Peralta