#OPINIÓN Mala fama #30Mar

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Sea un taxista o un profesor universitario, la vendedora de una tienda o el recepcionista de un hotel, cualquiera que sepa que uno es venezolano en seguida le pregunta por la mala situación del país. “Hay muchos problemas allá” es el lugar común más educado. Se sabe de la hiperinflación y la escasez. El prolongado apagón le dio la vuelta al mundo. Ha leído de las violaciones a los Derechos Humanos. Ha conocido compatriotas emigrantes, en el Perú hay oficialmente seiscientos cincuenta mil. Ha escuchado las palabras de nuestros gobernantes, destempladas, agresivas e impermeables a las duras realidades de la vida real de los venezolanos, materia prima frecuente de noticieros y espacios humorísticos.

El régimen tiene muy mala reputación y con eso perjudica a Venezuela y a los venezolanos y dificulta nuestras oportunidades de salir adelante, de superar precisamente esos problemas que en alta medida ha creado y cuya mera existencia se niega obstinadamente a admitir.

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En Venezuela “la vida se ha convertido en un infierno”, titula Le Monde de París del 14 de marzo nota de su enviada Marie Delcas que ha visitado Maracaibo, Rubio y Cúcuta en la vecina Colombia. La foto es de cientos de venezolanos, destacan niños y viejos, cruzando el río hacia el Norte de Santander. De la capital zuliana reseña las “Horas de anarquía”, la “tortura” de la falta de agua, el testimonio de un joven médico haciendo proezas para atender pacientes en esas condiciones. Miriam, una habitante de la que en Táchira llaman “ciudad pontálida”, le dice “Estamos secuestrados en un país”. Duele. En ABC de Madrid, la situación venezolana encabeza la cobertura del encuentro entre los presidentes Trump de Estados Unidos y Bolsonaro de Brasil, la principal noticia internacional del 20 del mismo mes a doble página. Pequeño y a un lado, se menciona el viaje “exprés y secreto” del señor Zapatero a Caracas, del cual se desvinculó el gobierno español.

Nadie quiere asociarse a quienes gobiernan en Venezuela. Todos quieren diferenciarse, distanciarse y las opiniones de los políticos van de la reserva a la crítica abierta. Solo gente muy extremista de la izquierda más anticuada se atreve a repetir consignas. Comunicacionalmente, la única mención favorable a la óptica oficialista de aquí la leo en Le Monde Diplomatique, en publicidad pagada de ese periódico en otro. Es vergonzoso.

¿Cómo no se dan cuenta que eso terminó? Es la pregunta que uno más escucha en los niveles más informados.

La mala fama del régimen venezolano nos perjudica a todos. En contraste, Guaidó es visto con respeto y esperanza, sin dudas a la constitucionalidad de su postura y preocupación por su vida.

Ramón Guillermo Aveledo

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