Al chavismo, en sus niveles populares y dirigentes, le conviene revisar objetivamente si gana o pierde con que la presente crisis se prolongue.
Hugo Chávez, cuyas actitud personal y posiciones político-ideológicas nunca tuvieron mi simpatía, fue capaz de generar un poderoso movimiento en el seno del pueblo venezolano. Hoy, tras veinte años de un ejercicio del poder cuyos resultados siente la gente, está obviamente menguado aquel respaldo y un dato crucial para ello no sólo es que Maduro no es Chávez, básico en el componente carismático, sino que el sucesor, sea por fidelidad extrema, errores y deslealtades, incompetencia o una combinación de estos factores no sólo no ha estado a la altura del exigente reto sino que no ha sido capaz de hacer siquiera lo que en béisbol se llaman las jugadas de rutina. Hoy ocho de cada diez venezolanos están en la inconformidad, el disgusto, el rechazo o el repudio.
También es cierto que al fracasar gobierno y proyecto del PSUV, no quiere acabar las aspiraciones de reivindicación popular e igualdad ni la fe en la acción del Estado con su mano paternal para resolverlas ni que todos sean sordos al mensaje populista. Más chiquita o más grande, ese tipo de izquierda tendrá clientela, aunque para el progreso del país y el interés del pueblo, sería más útil una izquierda renovada, moderna, democrática, constitucional y progresista.
La verdad es que la obstinación de aferrarse al poder del grupo que lo maneja, está destruyendo las posibilidades futuras de los partidos del Polo Patriótico y hasta del chavismo como movimiento con opción. Eso tienen que planteárselo los políticos jóvenes cuya mejor oportunidad no ha llegado y los militares afines a esa idea del nacionalismo, cuyos carros están uncidos a caballo desbocado que galopa al precipicio.
Dejemos la propaganda a un lado. La realidad es mucho más potente que los discursos y las consignas del catecismo que repiten. No es verdad que basta con aguantar que esto pasa. El PIB per capita de Venezuela es el de 1947 y la producción petrolera por habitante es la de 1927, pues la total por día es igual a la de 1950, el año en que nací. En 2012 la economía venezolana duplicaba la peruana y en 2018 esta es dos veces y media la nuestra. La hiperinflación es la mayor del mundo, en un día equivale a la anual de Perú. El consumo y las importaciones venezolanas son la mitad que en 1997 y la deuda es siete veces la que era en 2004. Los ingresos reales del Estado han caído desde 2015 a hoy en 90%. La mala reputación, el desprestigio del gobierno venezolano dificulta al extremo las posibilidades de salir adelante. ¿No ven como solo dos o tres acreedores y unos pocos de los beneficiarios de la largueza de nuestros gobernantes son el único respaldo internacional disponible?
Este gobierno es inviable. Puede mantenerse a duras penas y a un costo cada vez mayor. En vidas y en penurias. Esos dirigentes políticos y militares pueden posibilitar un cambio constitucional, pacífico. Todavía.
Ramón Guillermo Aveledo