Marín Méndez recargaba un hombro sobre su oxidado Chevy Malibu, empujándolo cada vez que la fila de autos se acercaba un poco más a la gasolinera. Esperar horas para llenar el tanque, dice, es el elevado costo que paga por la gasolina casi gratuita en la Venezuela socialista.
“Colas para cobrar la pensión, colas para comprar comida, colas para echar gasolina”, dijo Méndez exasperado tras 40 minutos de espera bajo un calor abrasador en Maracaibo irónicamente el centro de la industria petrolera del país_ y previendo estar ahí horas o días más. “¡Ya basta!”.
Desde hace años, las filas que se extienden un kilómetro o más para llenar el tanque han sido algo común en esta región occidental de Venezuela a pesar de que cuenta con unas de las reservas petroleras más grandes del mundo. Ahora, la escasez amenaza con extenderse a todo el país mientras el suministro de petróleo escasea aún más en medio de una embravecida lucha política por el control del gobierno.
A finales de enero, el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump golpeó a la firma petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, con sanciones como parte de una amplia estrategia para obligar a que el presidente Nicolás Maduro le ceda el poder al líder opositor Juan Guaidó.
Al instante siguieron pronósticos catastróficos, en su mayoría fomentados por los opositores de Maduro y funcionarios estadounidenses, de que los suministros de gasolina nacional de Venezuela no durarían más de una semana. Eso no ha sucedido, pero se teme que la miseria se extienda, ya que la escasez prevista tiene implicaciones económicas más allá de las largas filas en las gasolineras, haciendo que la crisis de Venezuela se transforme en una catástrofe.
“De forma crucial, llevará a más escasez de alimentos y bienes básicos”, dijo Diego Moya Ocampos, analistavenezolano en la consultoría IHS Global Insight con sede en Londres.
Eso debido a que las extensas reservas petroleras que alguna vez hicieron de Venezuela el país más rico de Latinoamérica proveen la fuente principal de efectivo que necesita para importar alimentos y otros bienes. Hoy en día, su infraestructura básica _caminos, red eléctrica, tuberías de agua y refinerías de petróleo_ está desmoronándose. Los alimentos y medicamentos, casi todos importados, son escasos y caros en un momento en que Venezuela soporta la mayor inflación del mundo.
Los críticos culpan del colapso del país a las dos décadas de gobierno de la autoproclamada “revolución bolivariana” que ha estado plagada de corrupción y mala gestión, primero al mando del fallecido Hugo Chávez y ahora con el gobierno de Maduro.
Las sanciones de Estados Unidos prácticamente le cortan a PDSVA el acceso a su subsidiaria Citgo, con sede en Houston, quitándole 11.000 millones de dólares en efectivo de exportaciones para este año que funcionarios de Estados Unidos dicen financiaban la “dictadura” de Maduro. Las autoridades estadounidenses entregaron el control de Citgo al gobierno encargado de Juan Guaidó, básicamente expropiando la compañía, una estrategia que el gobierno socialista de Venezuela utilizó durante años al tomar control de las compañías privadas.
Los líderes de la oposición enfocados en derrocar a Maduro reconocen que las duras medidas aplicadas por Estados Unidos en el sector petrolero serán dolorosas para su pueblo, pero las consideran necesarias para evitar que el gobierno de Maduro saquee todavía más los recursos venezolanos.
Mientras tanto, un desafiante Maduro afirma que la guerra económica liderada por la Casa Blanca es precursora de una invasión militar para derrocarlo y confiscar las extensas riquezas petroleras de Venezuela. Maduro tuiteó una advertencia el miércoles de que nadie debería dejarse engañar por los gestos de asistencia aparente, aludiendo a las toneladas de ayuda humanitaria de Estados Unidos a los que recientemente les bloqueó la entrada.
“La oposición venezolana y el gobierno de los Estados Unidos no desean ayudar al país”, dijo Maduro. “Todo lo contrario. Ansían nuestros recursos naturales. Quieren desatar ‘La guerra del petróleo’ para invadir y dominar a nuestra patria”.
A pesar de los años de deterioro económico que llevaron a la crisis actual de Venezuela, los residentes cuentan con una de las gasolinas más baratas del mundo y llenan el tanque por menos de un centavo estadounidense. Sin embargo, ya es complicado conseguir gasolina en Maracaibo y otras ciudades a lo largo de la frontera colombiana, en las que los traficantes contrabandean el combustible ridículamente barato de Venezuela al país vecino, donde lo venden a precios internacionales para obtener ganancias rápidas.
Ixchel Castro, una analista de la consultoría energética Wood Mackenzie con sede en la Ciudad de México, dice que el suministro de gasolina nacional en Venezuela ha caído hasta en 15% en años recientes a medida que las refinerías y la infraestructura del país se deterioran, tendencia que, según los pronósticos, aumentará.
El año pasado, PDVSA suministraba 160.000 barriles al día para uso nacional, pero con las sanciones de Estados Unidos y los problemas actuales en la infraestructura, se pronostica que esa cantidad caiga a 60.000 barriles al día, dijo, cubriendo sólo 38% de las necesidades del país.
Para exacerbar el problema hay escasez de disolventes, un producto crucial para adelgazar el extremadamente pesado crudo venezolano para que pueda ser enviado por oleoductos más de 160 kilómetros (100 millas) desde los campos de extracción para ser convertido en gasolina. Rusia intervino, enviando dos buques tanque del disolvente, pero estos suministros sólo alcanzarán para entre cinco y 10 días, dijo Russ Dallen, socio directivo de Caracas Capital, una agencia de corredores.
“No es nada”, dijo. “Es una nada para lo que necesitan”.
La gasolina no se acabará por completo en Venezuela, que todavía tiene acceso a una menguante producción nacional, así como a combustible almacenado y a embarques de la India y países europeos que no son sujetos de sanciones. Sin embargo, se afectará la calidad del combustible y habrá escasez, dijo Castro.
Estas cosas ya se sienten en San Cristóbal, cerca de la frontera colombiana, donde Gerardo Márquez, un mecánico de 55 años, dijo que se formó un lunes reciente por la tarde. El martes, el camión de combustible no llegó como se había prometido, y el miércoles todavía estaba ahí después de dormir dos días en su auto.
Los parientes le llevaron comida, agua y una almohada, y le daban la oportunidad de ir rápidamente al baño, dijo. Pero prácticamente no durmió.
“Todos estamos pendientes de que no nos roben”, afirmó.
En Maracaibo, alguna vez conocida como la Arabia Saudí de Venezuela por ser el centro del auge petrolero del país, los residentes han soportado la escasez durante al menos tres años. Son muy pocos los camiones que entregan el combustible, y las fallas diarias en la electricidad agravan el situación, dejando inactivas las bombas de gasolina. Sólo dos de las 150 gasolineras de Maracaibo tienen generadores para suministrar gasolina durante los constantes apagones.
Harto de las colas de espera, Méndez, de 62 años, dijo que planea comenzar a almacenar gasolina en casa, a pesar del peligro que el combustible representa para su esposa, hijos y nietos. Depende de su automóvil para su trabajo de medio tiempo llevando a clientes para suplementar su modesta pensión de 6 dólares al mes.
“Mis nietos no saben lo que es comerse un pedazo de carne o una presa de pollo”, dijo.
En Caracas, la capital, los residentes se preparan para que este tipo de escasez finalmente les afecte. Hasta ahora, el área metropolitana de 7 millones de habitantes ha sido inmune a las frustrantes colas para adquirir gasolina.
Sin embargo, un ayudante de una gasolinera PDVSA las ve venir, y cuenta cómo un cliente llenó su tanque y regresó unos minutos después con el tanque vacío. Sacó con un sifón la gasolina de su tanque para evadir la prohibición del gobierno de llenar recipientes para acabar con el contrabando.
“La mayoría de los venezolanos no tienen ni idea de la magnitud de lo que nos viene”, dijo el taxista de Caracas Jhaims Bastidas mientras esperaba llenar su tanque. “Me imagino que va a pasar escasez no solamente de gasolina, alimentos, medicina… peor de lo que tenemos”.