#OPINIÓN Sin prisa ni pausa #7Mar

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El aporte central del castrismo en Venezuela es psicológico, gerenciado por un psiquiatra chimbo erigido en palurdo Goebbels tropical. Todo parte de un antiguo relato altamente distorsionado de la historia donde un ilusorio y utópico fin justifica cualquier medio criminal.

El libreto siempre debe conformar a una farsa montada para mentes simples y desinformadas, y dentro de ese público apuntan a medios internacionales y aún a muchos que instintivamente rechazan el proyecto hegemónico. Nadie puede señalar que no existe el traje del emperador.

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Con eso, la población lleva dos décadas sometida a un constante barraje de propaganda y desinformación, aunado a la censura de casi todos los medios de comunicación masiva formal y una enorme manipulación de los medios sociales alternos.

No hay versión tan absurda que no se atrevan a difundir, sobre todo usando un cínico “entiéndalo al revés”, en que al oponente se le acusa precisamente de los pecados propios. De allí viene el descaro del usurpador de llamar “autoproclamado” a un presidente encargado por mandato constitucional.

Especial atención merece su campaña para dividir y desmotivar a quienes se les oponen, sembrando mitos, insidias y desconfianza en lo que debe constituir un frente común con el solo objetivo de derrotar a la hidra destructiva.

Aprovechan cualquier duda legítima o diferencia de criterio para minar la credibilidad de la dirigencia democrática y la Asamblea Nacional, fomentan mitos sobre deslealtades, promueven ilusiones para luego desinflarlas, y sobre todo manipulan la superficialidad de tontos útiles y el desánimo de pusilánimes.

Generan premisas falsas para distraer y desgastar los esfuerzos de sus antagonistas. Por años alimentaron el mito del mayoritario apoyo popular con “manifestaciones” artificiales y paralelas a toda iniciativa del movimiento democrático.

Luego sembraron el argumento del “control por hambre” y que “el tiempo beneficia” a un proyecto sin viabilidad y en total bancarrota.

Ahora viene este comprobado atajo de cobardes hablando de una “guerra a muerte” sustentada por un “bloque militar monolítico” y el mito de un “G2 omnipotente” para llegar a la conclusión que “solo una invasión externa” puede resolver el problema inmediato de Venezuela. Quienes así lo crean mejor se sientan a esperar.

Pero Venezuela jamás fue Cuba y el colapso del régimen es tan acelerado que a estas alturas nada lo detiene. El movimiento democrático avanza sin prisa, pero sin pausa a culminar el desalojo de una gran estafa cuyos momentos finales ya están en pleno desarrollo.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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