Este 23F estaba diseñado para que la Fuerza Armada se vistiera de gloria. Este 23F estaba llamado a ser la gran oportunidad para que las fuerzas armadas, policiales y demás funcionarios que apoyan la cruel dictadura de Maduro y Cabello, salieran con dignidad a defender los derechos humanos y los derechos de los más vulnerables, al colaborar con la entrada de la ayuda humanitaria y romper con el deber de obediencia. Era un acto diseñado para tocar en lo más profundo de la sensibilidad de quienes se adueñaron de las armas e instrumentos de la República, puestas en sus manos para defender la seguridad y orden público en beneficio de los ciudadanos.
Se les hizo el llamado de distintas maneras, con música, con mensajes privados, con demostraciones de apoyo popular, con información y garantías del poder legítimo para que se sintieran seguros al abandonar la sangrienta dictadura y culminar con la fase del cese de la usurpación, sin más costos humanos.
Los llamados del presidente Guaidó estaban cargados de comprensión humana, de respeto, de reconocimiento, de sensibilidad. Mientras tanto, desde distintos sectores también venían las advertencias, las conminaciones a desempeñarse de acuerdo con los principios democráticos, para que evitaran y se evitasen a ellos mismos, más daños que los ya ocasionados.
No obstante, este 23F se demostró que el control de la dictadura sobre los
militares y los policías, ha sido muy efectiva, efectividad del mal. Los militares y los policías, han sido sometidos a un proceso de sumisión, degradación y humillación humana criminal. Pero también podemos decir que todo lo hecho alrededor del 23F y la Avalancha Humanitaria, golpeó la dictadura, cumplió parcialmente con su propósito.
Hoy en los cuarteles se respira más grueso que ayer y se vive con más esfuerzo, se vive con mayor responsabilidad por el sufrimiento de la población civil que nuevamente es castigada y vulnerada por la dictadura cruel de Maduro y Cabello.
Asesinados, heridos, quema de medicinas y alimentos, vidas que dejaron de
aliviarse por la actitud de militares y policías sometidos a la vergüenza por la insania de bestias heridas de muerte.
Este acto del 23F fue un triunfo parcial y doloroso. Pero hubo logros. Los
cuarteles sufrieron fisuras, se quebraron un poco más, su dignidad se resquebrajó más. La tradición republicana militar, que existe, se dañó más. El decoro militar decayó más.
Hay tristeza de nuestro lado. Seres humanos mueren por responsabilidad de la dictadura, en este proceso político que hoy se hace más irreversible que nunca.
Viene un nuevo acto o actos para seguir con el cese de la usurpación. Lo
lograremos, sin duda y apostamos por el logro menos costoso en vidas y
sufrimiento humano.
Preliminarmente, cierro esta parte del análisis. Y lo cierro con optimismo y con dolor. Hay dolor. Lo cierro con el reconocimiento a nuestros diputados. Se han superado a ellos mismos y han ido más allá de lo exigible en condiciones normales. Han asumido su responsabilidad con el desafío histórico que nos tocó vivir. El recorrido que hicieron desde distintos puntos de nuestra geografía, su presencia en los puntos por donde ha debido pasar la Ayuda Humanitaria, con valentía, vestidos solo con su dignidad, con su legitimidad popular, portando solo las camisas de nuestra tradición civil y republicana, representándonos a todos, se enfrentaron a la violencia de la tiranía y la vergüenza militar y policial. Se crecieron como seres humanos, como políticos y como diputados. Se fortalecieron en este acto sin precedentes en nuestra vida parlamentaria.
(Sigo, con el contexto en síntesis)
***II***
La restauración de la democracia, de la constitucionalidad, de la decencia vital en Venezuela es un proceso. Hay que repetírselo, es un proceso. Y es un proceso político, jurídico, social, económico, moral y psíquico.
Es un proceso que ya tiene historia. Se inició formalmente el 13 de octubre de 2016 con el primer Acuerdo Parlamentario emanado de nuestra Asamblea Nacional, en el cual se tomó conciencia de la ruptura de la democracia, ante la violación de los derechos políticos de los venezolanos (violación del derecho al referendo revocatorio contra Maduro y del derecho a la representación parlamentaria), ruptura del principio de la separación de poderes al negarse de manera ilegítima las potestades de la Asamblea Nacional por parte del Poder Judicial y el Poder Ejecutivo, en una maniobra antidemocrática, antimoderna y antioccidental (contraria a la civilización democrática).
Este proceso fue tomando forma poco a poco. Tuvo su representación
espontánea y llena de fervor democrático y belleza, durante la rebelión popular del año 2017 (abril-julio), que tuvo su hito cívico el 16 de julio, con la organización y ejecución de la gran consulta popular, validada por nuestro parlamento.
Se aprendió mucho durante el año 2017 y 2018, con mucho dolor y sufrimiento humano. La dictadura logró imponerse a sangre y fuego, y se desprestigió internacionalmente. El Estado venezolano terminó convertido en una agencia de protección (mafia) de un grupo de familias de civiles y militares, corrompidos hasta la médula. Ya lo sabemos y hay evidencias bien documentadas.
Lo comprendimos. Nuestros políticos con vida en el Parlamento lo fueron
comprendiendo con ayuda internacional.
Comprendimos que derribar la dictadura de Maduro implicaba un proceso. Que no había manuales, pero que se podía diseñar. El futuro se diseña, el futuro político se diseña si queremos un futuro viable, vivible. La otra opción es la guerra, la violencia, que sabríamos cuándo comienza, pero jamás sabríamos cuándo terminaría ni los daños que puede ocasionar, sí, peores de lo que ya hemos vivido. La guerra es el peor invento de la humanidad. Eso lo sabemos los venezolanos. Tenemos esa información en nuestras psique: pasamos un siglo matándonos luego de una terrible guerra civil, de la guerra civil de independencia, que pudo ser evitada y que nos han vendido como una epopeya para disfrazar su crueldad, sus terribles consecuencias, y para poder procesarla como seres humanos, no exenta de intereses, como es normal en las acciones humanas.
Hoy tenemos un diseño político (y cada vez toma más forma el proceso jurídico, en esa relación circular entre lo político y lo jurídico) de la restauración de la vida democrática y constitucional. Tenemos un proceso político diseñado para restaurar la democracia en Venezuela. Y hemos logrado internalizar sus grandes fases, sus grandes lineamientos: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
Cada etapa está bien configurada. Estamos inmersos en la ejecución de la primera fase bien diseñada. Ya hemos cumplido varios actos importantes de la primera: (i) designación de una nueva directiva de la Asamblea Nacional, en respeto de los acuerdos políticos de los partidos con vida en el Parlamento (05E) y el consenso nacional e internacional de que se trataba del único poder legítimo existente en Venezuela; (ii) la declaración de la usurpación de la Presidencia de la República por Maduro, aceptada por todos los actores políticos democráticos del país y por la Comunidad Internacional (10E), y concretada en actos formales de la Asamblea Nacional. Luego (iii) se generó la discusión sana sobre la aplicabilidad del artículo 233 de la Constitución, que definiría si la transición sería conducida
por el Parlamento o era necesario que el presidente de la Asamblea, sumiera la presidencia interina de la República. No había claridad constitucional. La solución fue política y apegada a nuestra tradición presidencialista, la necesidad de un referente en la conducción de la transición: Guaidó asumió la presidencia interina (23E) y todos los actores políticos democráticos, internos e internacionales, se unieron a su alrededor. Tenemos un Presidente Encargado de la República, con sujeción parlamentaria, pero aún no cesa la usurpación ni existen las condiciones mínimas para convocar elecciones libres.
Los tiempos políticos se aceleraron a favor de la libertad en Venezuela. Más de 60 países han reconocido a Juan Guaidó como Presidente Encargado y a la Asamblea Nacional como el único poder legítimo y democrático en Venezuela. La sociedad civil se ha movilizado organizada por un Frente Amplio descentralizado que ha cumplido funciones meritorias, articulando a los partidos políticos y sus actores, con actores sociales que han demostrado su fortalecimiento durante estos años de lucha en defensa de los derechos humanos, ciudadanos, empresariales, estudiantiles, universitarios…
La Asamblea Nacional asumió la conducción de la representación del Estado en el mundo y la protección de activos de la República. Se han elaborado instrumentos jurídicos que ya se asoman como el Derecho de la Reconstrucción o Restauración de la Democracia, dentro de los principios constitucionales fundamentales.
Contamos con normas para la amnistía y con un Estatuto que rige la
Transición a la democracia para restablecer la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que racionaliza el proceso político de la restauración de la democracia en Venezuela. Este Estatuto se enmarca dentro de la Constitución, aplicable aquí y ahora, respeta sus principios fundamentales y le da previsibilidad y temporalidad a las dos primeras fases del proceso: Establece cuándo culmina la primera etapa, el cese de la usurpación, cuándo y cómo se inicia el gobierno de transición, e indica el momento para la celebración de las elecciones libres. Leerlo y comprenderlo genera confianza en el proceso político que estamos viviendo.
La parte humana, social, bella, hermosa, ha sido la movilización social. Una sociedad que ha demostrado tener viva la llama por la libertad y que invoca lo mejor de nuestra tradición civil y democrática. Lo vivimos en los cabildos
abiertos, asambleas de ciudadanos, concentraciones y sesiones del Frente Amplio nacional y estadales, y ahora municipales y parroquiales, en distintas partes del territorio venezolano. También se viven en otras organizaciones y movimientos ciudadanos. Incluso, se vive en las redes sociales, con todo lo visceral que nos pueda parecer las discusiones en los ambientes virtuales, tanto, como en los presenciales. Todos cabemos en esta movilización social, incluso los pesimistas y escépticos por devoción.
Nuevos actos y eventos encaminados a concluir la primera fase, el cese de la usurpación, se avecinan. En territorio colombiano, brasileño y del caribe se protege parte de la ayuda humanitaria y se pulen los siguientes actos y hechos tras el cese de la usurpación, con la presencia de nuestro presidente Guaidó.
Vamos a leer el Estatuto de la Transición, vamos a estudiarlo y a prepararnos para lo que viene dentro del diseño de nuestro futuro. Mientras tanto qué tal si hacemos pequeños actos democráticos, ahí, en casa, en el condominio, en el trabajo…
El cese de la usurpación se dará.
Jairo García Méndez