Tras veinte años de involución, de más que pobreza, miseria, con nuestras industrias básicas quebradas, la industria privada y el comercio, desmantelados, el agro vuelto leña y la educación en su peor estado en cien años. Tras veinte años de diáspora, de constantes violaciones a los derechos humanos, con las instituciones destruidas y el regreso de enfermedades erradicadas. Tras veinte años de mediocridad, megalomanía, vulgaridad, imposiciones, brutalidad y violencia, espero que los venezolanos hayamos aprendido las lecciones que esta tragedia que vivimos nos trajo.
Me queda meridianamente claro que nunca jamás un militar debe acceder al poder. Los militares deben volver a sus cuarteles, despolitizar la institución y ser los verdaderos garantes del cumplimiento de la Constitución y el resguardo de nuestras fronteras. Nunca más un cheque en blanco a nadie. Los mesías no existen. Los problemas se resuelven por equipos de personas idóneas, liderados por gerentes altamente competentes. Nunca más alguien que no esté preparado para asumir un cargo del que dependan muchas personas. Así como nadie se operaría el corazón con un abogado, el país no puede estar en manos de ignorantes, improvisados y mucho menos, acomplejados.
Nunca más reelección indefinida. Nadie es imprescindible. Y si me pusieran a escoger, optaría por un periodo presidencial de cinco años sin reelección con segunda vuelta electoral. Nunca más militantes de partidos políticos en instituciones como el Consejo Nacional Electoral, la Contraloría General de la República, la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General de la Nación. Nunca más cierres de medios de comunicación, censura, ni persecución a periodistas. Nunca más violaciones a la propiedad privada. Tenemos que marchar hacia un país de propietarios. Nunca más comunismo disfrazado de socialismo, donde una cúpula se enriquece a costa de la miseria del pueblo. Necesitamos medidas sociales para paliar la crisis humanitaria, pero liberalismo económico para levantar el país.
Nunca más una Venezuela dividida, mucho menos por un caudillo. Los caudillos pertenecen al siglo XIX. Nunca más abrir las puertas a corruptos, vengan de donde vengan, llámense como se llamen: ¡tiene que haber sanción social! Nunca más tristeza, desesperanza y desolación. ¡Nunca más!
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb