La insistencia en que “el tiempo favorece a la dictadura” fue siempre una gran patraña con que ciertos pusilánimes y mal intencionados intentaron desmoralizar a los venezolanos. Nada más lejos de la realidad.
La rastrera mafia chavista protagonizó en todo momento una destructiva huida hacia adelante, por más que para un individuo normal el oprobioso proceso haya parecido una trágica eternidad.
La disparatada entelequia se sustentó en una hoy dilapidada bonanza que les permitió comprar apoyos dentro y fuera de Venezuela. Pero la canalla mercenaria no se vende: Apenas se alquila por el tiempo que pague el mayor postor – y eso incluye a los condotieros internacionales.
Lo verdaderamente admirable de la experiencia venezolana es la tenaz e irreductible resistencia de su gente a permitir – por dos terribles décadas la plena implantación de una dictadura totalitaria al estilo de Cuba.
Han sido largos años de incesantes esfuerzos, comenzando con aquellas valientes “Mujeres por la libertad” que en aquellos primeros años salieron a la calle a frenar a la incipiente dictadura que nos llamaba “ escuálidos”. De allí en adelante, no ha habido un solo mes o año en que la resistencia venezolana no se haya manifestado, de una manera u otra, contra la dictadura en cualquiera de sus frentes.
Sin duda hubo momentos de profunda frustración y decepción, errores y traspiés, pero si algo ha sido consistente en estos largos años ha sido la capacidad de recuperación del impulso libertario de las fuerzas vivas la nación.
Cada vez que algún achantado o insidioso sale y sentencia que el movimiento democrático está abatido, dividido o desmoralizado salta una chispa de esperanza creíble, y como resorte se moviliza una gran masa de venezolanos de bien que jamás se amilana ante las amenazas y atrocidades de la tiranía.
En la política – como en todas las cosas de la vida – el sentido de la oportunidad resulta esencial para cualquier éxito: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”, (Eclesiastés 3:1). Ese profundo mensaje de esperanza cristiana lo resumió un incansable opositor en aquella frase: “El tiempo de Dios es perfecto”, que muchas torpes e insensatas críticas le valieron.
La indoblegable resistencia de lo mejor de Venezuela frente a una chusma depredadora, más los incansables esfuerzos de muchos perseverantes dirigentes democráticos – cada uno a su manera – han sido decisivos para forjar la necesaria confluencia de factores que hoy se están conjugando. Ahora – con el favor de Dios – se está acercando ese tiempo.
Antonio A. Herrera-Vaillant