#OPINIÓN Por la puerta del sol (20): El hombre y sus circunstancias #16Feb

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La esperanza siempre está presente en el hombre, sin embargo en ocasiones es más fuerte el coraje que esperar, cuando éste se pone en acción, sobre todo cuando está en riesgo la vida, la salud, la libertad. No se trata de sobrevivir, se trata de la lucha que libran por sus derechos y libertades los seres humanos. La frase del autor de «La rebelión de las masas» José Ortega y Gasset, fue la razón del presente tema. La frase es: «Yo soy yo y mis circunstancias, si no me salvo yo no salvo mis circunstancias, si no salvo mis circunstancias no me salvo yo».

La vida está llena de historias distintas que se realizan dentro de circunstancias narradas de manera diferente, con protagonistas diferentes. En este abanico de realidades que la conforman, se evidencia ante todo el deseo manifiesto de la gran masa humana de poder vivir dignamente, con calidad de vida, en paz y seguro. En sus luchas ha necesitado mucho tiempo para aprender que aunque todo alrededor sean penas, oscuridades y temores, si su pecho alberga voluntad y fe, no habrá obstáculo que impida el avance hacia sus sueños, su progreso, su luz y libertad.

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La vida es ese campo en el que se aprende a batallar desde que se nace hasta que se muere. No cabe duda que el ser humano es resistente, tenaz y también vulnerable. Al paso del tiempo y de las circunstancias aprende a desprenderse de cosas que no le sirven, valora lo que le ayuda a crecer, a avanzar y a retirar escombros de su camino. A medida que crece va cambiando, piensa diferente, actúa diferente.

Al salir de cada etapa entra en el nuevo periodo con ilusiones, cuerpo y reflexiones diferentes.

Todo lo que el hombre es, ocurre gradualmente: Nacer, casarse, separarse, educarse, elegir un camino, buscar trabajo, luchar por subsistir. Cada cambio le afecta, puesto que cada uno trae sus aspiraciones, sus apegos, sufrimientos y sueños. Cada cual aborda los peldaños de su desarrollo, evolución y superación en su estilo de avance personal. Su deseo de vivir es más fuerte que la más ruda opresión y que el mismo miedo. Ha aprendido a lo largo de su historia a luchar por lo que le hace falta y por lo que le ha costado obtener, siendo más férrea su lucha cuando peligran sus derechos, su familia, su tranquilidad y bienestar. Cuando se siente amenazado es capaz de defenderse, aún a riesgo de su propia vida. Defiende el ahora en que vive porque es suyo, de la misma manera con que defiende su felicidad.

Ya no están los indios de ayer, tampoco los libertadores, pero tiene la herencia de sus almas osadas, valientes y libres grabadas en la suya. A fuerza de sufrir ha aprendido que si no lucha no superará la batalla como tampoco ganará la gloria sin esfuerzo. Cuando los pueblos recuerdan su pasado glorioso forjado por los héroes y por aquellos que proclamaron «Los derechos del hombre y del ciudadano» no hay tiranía que los detenga en hacer frente al mismísimo diablo por sus sueños, por sus derechos y libertades.

La tarea de su propia actuación, reside justamente en la decisión de ser feliz o desdichado, de ser libre o ser esclavo.

Amanda Niño de Victoria
[email protected]

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