El periodista Jaime Bayly, ha tomado la causa de Venezuela como propia y lo dice en voz alta y sin tapujos: “Soy un conspirador en favor de la libertad, soy peruano pero me siento venezolano hasta la médula”.
Bayly ha sido una de las voces más críticas de Nicolás Maduro en los últimos años y desde su programa de televisión ha alentado a empresarios del exilio y a militares de la nación sudamericana a levantarse en su contra.
Bayly expresa que lo que ha pasado en Venezuela desde que el fallecido presidente Hugo Chávez tomó el poder en 1999 podría haber sucedido en su natal Perú o en cualquier otra nación latinoamericana y por eso “no deberíamos ser indiferentes al dolor de ellos”.
Para explicar la aversión que siente contra el abuso del poder, recuerda que renunció a su programa televisivo en Perú y salió de su país un día después de que el por entonces presidente Alberto Fujimori disolviera el Congreso en abril de 1992.
Su campaña se intensificó la semana pasada, cuando el líder opositor venezolano Juan Guaidó se declaró presidente encargado de su país y Estados Unidos y otros países como Canadá, Colombia, Argentina y Chile lo reconocieron como tal.
“Tienen que jugarse por el lado correcto de la historia”, instó Bayly a los generales venezolanos desde su escritorio de madera en el set de televisión. “Tienen solo un camino y sólo uno: respetar el imperio de la ley y subordinarse al poder legítimo de Guaidó”.
Tras la juramentación de Guaidó y el reconocimiento de Estados Unidos, Maduro dijo que está en marcha “un golpe de Estado”. Bayly manifestó que tiene “la certeza de que el dictador Maduro tiene sus horas contadas”.
En un programa del 4 de agosto de 2018, después de un intento de asesinato contra Maduro con drones, Bayly dijo que se sentía apenado porque el ataque había fracasado y compartió un amable intercambio de ideas con el activista venezolano Roberto Olivares, quien dijo que derrocar a Maduro “es un deber espiritual”.
Maduro ha tomado nota y ha acusado a Bayly de conspirar junto a Estados Unidos para sacarlo del poder.