Los inicios de los pueblos de Lara y toda Venezuela son particulares, cada uno reúne sus sellos distintivos en origen y transcurso de su existencia, pero si hay alguno con peculiaridades llamativas ese es Cabudare, que cumple hoy 201 años de su tercer y definitivo poblamiento, ¿de qué hablamos? Acompañe la lectura y descubra el origen de esta población.
A diferencia de Barquisimeto, El Tocuyo, Carora y otros enclaves larenses, Cabudare alcanzó jerarquía administrativa y política de Cantón por la constancia de sus primeros habitantes y no por decisión fundacional.
De acuerdo a las investigaciones que durante más de 20 años realizó quien fuera el cronista del municipio Palavecino, profesor Taylor Rodríguez García, el territorio que escenificó el último y decisivo asentamiento cabudareño era para 1818 un punto de importante flujo comercial, que estaba en pleno crecimiento gracias a su ubicación privilegiada, como puerta de los llanos para todos los mayoristas del occidente de una Venezuela que luchaba por su independencia.
Fue esa condición de eje para la actividad económica la que llevó a varias familias a decidir levantar viviendas en esa tierra que hasta entonces era un sitio intermedio en los caminos que comunicaban a Barquisimeto con Portuguesa y el resto de la llanura. Sin embargo, esa idea de hacer a Cabudare un pueblo con todo el carácter de la palabra no fue cosa fácil para los primeros pobladores, pues debieron enfrentar a lo largo de mucho tiempo la negación de influyentes comerciantes y políticos barquisimetanos, a los que les disgustaba perder ingresos en impuestos.
Las trabas fueron tantas que incluso funcionarios públicos de la Real Hacienda, el síndico procurador general y los sacerdotes de varias parroquias aledañas se opusieron a la iniciativa pobladora, que también tuvo en el general realista Pablo Morillo a uno de sus principales adversores, como responsable de varias decisiones que atrasaron la consolidación del proyecto cabudareño.
Solo la voluntad de las familias pudo vencer los litigios, y finalmente, el 27 de enero de 1818 comenzaron a construirse los inmuebles en los que nacieron los comercios que consolidaron a Cabudare como una localidad de un pujante crecimiento económico, que después de 17 años de haberse poblado ya poseía 498 casas con techos de tejas y otras 364 con techos de paja, según citó el maestro Rodríguez García de los libros estadísticos del juez de Paz de la parroquia Cabudare para entonces, don Felipe Ponte.
Ni Martí ni Bolívar
A lo largo de su productiva trayectoria investigativa como historiador de Cabudare, Rodríguez García aclaró insistentemente y con argumentos científicos que el pueblo no fue fundado por el obispo de la Diócesis de Caracas, monseñor Mariano Martí, como se pudo haber planteado en alguna ocasión, debido a que en la época de su visita a la otra banda del río Turbio en 1779, cuando pretendió erigir una nueva parroquia religiosa, no se pudo lograr ese fin por la oposición de la sociedad civil vecina.
Asimismo, se demostró que el Libertador Simón Bolívar no llegó a fundar el pueblo que hoy celebra 201 aniversarios, pues en el momento de las visitas del Padre de la patria a esa comarca, se definía entre una batalla y otra el futuro de Venezuela y no había tiempo en medio de las dificultades de la guerra de independencia para estas acciones de orden social.
Necesidades bicentenarias
Tras más de 200 años se mantienen vigentes algunas peticiones de los cabudareños de ayer, el poblado que en la contemporaneidad se ha ganado la denominación de “ciudad dormitorio” de la fuerza laboral de Barquisimeto sigue demandando espacios públicos para la recreación.
En la agenda de varias administraciones han quedado pendientes no pocos proyectos por los que abogó el humanista Rodríguez García desde la oficina del Cronista Municipal, comenzando por el rescate del casco histórico de la localidad, la edificación de bibliotecas en las parroquias Agua Viva y José Gregorio Bastidas y la construcción del “Parque de la vida” que diseñó el arquitecto Fruto Vivas hace más de una década.
Además, entre los clamores que enarboló el Cronista está que finalmente el Archivo Histórico Municipal “Don Vidal Hernández Agüero” sea organizado debidamente y entre en pleno funcionamiento al servicio de los investigadores locales y foráneos. También que se pueda crear el Fondo Editorial Municipal “Dr. Gonzalo Bernal Osorio”, una propuesta con más de diez años de data que podría alcanzar una pertinencia histórica en este momento, con la publicación de las obras bibliográficas inéditas que escribió el historiador de Palavecino entorno al pasado de la entidad, y las investigaciones que viene desarrollando la actual cronista oficial de la jurisdicción, Yolanda Aris.