Frases del prólogo que sobre el viaje, la distancia y la nostalgia fuera escrito por García Márquez en 1977, para “Exilio”, publicación de emigrados latinoamericanos, sirven para describir cuarenta años después, la diáspora de nuestra gente hacia cualquier lugar que les permita, sobrevivir lejos de casa :“Todos se conocen. Todos se preguntan por un trabajo, por una visa, por un lugar donde vivir, por los amigos invisibles que ya no viajan porque ya no podrían viajar sino en los sueños de los que sobreviven. Ese es el exilio. Y también los encuentros fugaces, la calle de una ciudad que se parece tanto a la de uno, pero que no lo es, aunque todas sean la misma esquina del mundo…”
Este mes de enero nos recibió con buena parte de la nostalgia afincada por nuestra familia y amigos, más presentes que nunca durante los días de diciembre. Sensación que nos estimuló emocionalmente para los acontecimientos de estos días. Las urgencias no dejaron lugar al reposo y nos prepararon para que el 23, en todo el país, estuviéramos decididos a formar parte de un “nosotros” colectivo, nada impersonal ni irracional, dispuestos a batirnos con la palabra y la bandera.
En Barquisimeto, a los dieciocho días de haber recorrido la ciudad el 05 de enero, en caravana de 90 autos en apoyo a la nueva Directiva de la Asamblea Nacional y a trece días de haberse juramentado Maduro, ya habíamos cumplido una apretada agenda de los cabildos convocados el 11 de enero por Guaidó. Para el pasado 22, convocados por el FAVL, nuestro estado llevaba 56 cabildos realizados, cabildos que serán reanudados este sábado 26.
Aunque parezca exagerado, apenas 18 días después de la caravana citada, más de cien mil personas, dimos nuestro apoyo desde Barquisimeto a Juan Guaidó, para que hiciera uso de sus atribuciones constitucionales, supliera el vacío de poder que existía desde mayo del año pasado y fuera juramentado -por presidir la Asamblea Nacional- como Presidente interino de la República.
A pesar de las aclaratorias reiteradas de no ser una marcha sino una concentración y debía caminarse por las aceras para no interrumpir la circulación, mucha gente al coincidir,llegó a la Catedral por el medio de la calle. Sobraron las “recomendaciones” de expresar solo el rechazo y descontento político y se insistió por las redes, que no debía ser confundida con una “celebración”. Pero el alma caribeña terminó imponiéndose en la abigarrada multitud, que en esta tierra y en todo el país, salió armada con gorras, sombreros, pancartas, pitos, botellas de agua, ropa fresca y ganas de hablar y sonreír a los demás. Bastaba saber que se compartía la alegría de iniciar un camino democrático y constitucional, anunciado por la belleza del amanecer de un día inolvidable.
Éramos una“masa” anunciadora de buenos tiempos, recordatoria del pan que simboliza el alimento. Nada parecido a las masas descritas como “irracionales”en viejos textos sociológicos. Estuvimos más cerca de una multitud o muchedumbre que no llega a turba, que caminó alegre, sonriente y esperanzada, a sabiendas de que apenas se iniciaba un tramo del camino democrático. Cada quien seguía siendo un individuo en interacción con los demás, percibiendo la intensidad y emotividad,por ser parte de un proceso de apropiación de la ciudadanía, como derecho y deber de incidir en nuestro destino como país.
Días de enero, anunciando otros aires y alegrías. Evocando dos aspectos que no se excluyen y forman parte del imaginario cultural, ambos del orden patrimonial intangible, como lo son la tradición religiosa de La Divina Pastora, que arropa creyentes de toda Venezuela y Latinoamérica y que este 14 de enero, a pesar de los graves problemas de transporte y de falta de repuestos para los autos particulares, contó con más de 2 millones de personas,que acompañándola desde Santa Rosa, elevaron plegarias por el país, por los venezolanos que emigraron, los niños y ancianos que han muerto por desnutrición y enfermedad, los desempleados y los que siguen recorriendo esa especie de “bulevar de los sueños rotos” de nuestra cotidianeidad. La religión vivida como sujeto activo, sigue dando pie a la esperanza.
El otro patrimonio, es el significado de la memoria histórica y simbólica del 23 de enero de 1958, fecha que marcara el fin de la dictadura militar perezjimenista, cuyo legado algunos confunden con la construcción de grandes obras y vialidad, al desconocer u olvidar el desvío de los recursos del ingreso petrolero y cercenamiento de derechos fundamentales de la población. Su caída, marcó el inicio de una democracia que habrá de recuperarse y perfeccionarse, por cuanto se extravió en los caminos de los polvos que trajeron estos lodos que hoy vivimos. De allí el enorme valor simbólico de estos días de enero que nos recuerdan también, que no podemos permitir otro abril amargo ni que la emigración, otra forma del exilio, termine siendo “la patria”.
Marisela Gonzalo Febres