«Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora» (Jn 1, 1-11).¿Por qué Jesús llama a su Madre “Mujer” antes de su primer milagro en las Bodas de Caná? Parece como un irrespeto, ¿no?
De ninguna manera. Es que esa palabra, aparentemente dura, tiene un significado de gran importancia.
Al decirle “Mujer”, la está reconociendo como la “Mujer” del Génesis, aquélla cuya descendencia aplastará la cabeza de la
serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer…” (Gn 3, 15).
Y “Mujer” es el mismo nombre que Jesús moribundo le da en la Cruz: “Mujer
ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26).
Pero falta aún otro momento imponente en que la Virgen María es llamada “Mujer”. Es en el Apocalipsis: “la Mujer vestida de sol con la luna bajo los pies y en su cabeza una corona de 12 estrellas” (Ap 12, 1).
Tres momentos muy solemnes de la Sagrada Escritura en que la Santísima Virgen es llamada “Mujer”. Esos momentos parecen muy graves y solemnes. Pero ¿qué tiene de solemne el milagro de Caná?
Veamos… La respuesta de Jesús, “Mujer, a ti y a Mí ¿qué? Aún no ha llegado mi hora”, ha sido traducida de varias formas. Sin embargo, la traducción más plausible pareciera ésta: Mujer, lo que a ti, a Mí. Es decir: si me revelo, ya comienza todo y tú vas a participar en esto también. El sufrimiento va a comenzar para ti y para Mí. Porque una vez comience su misión, realizando su primer milagro, Jesús sabe cómo termina esa misión: con su muerte.
Y ¿por qué se lo recuerda a su Madre? Muchos teólogos piensan que María debía dar su sí nuevamente para el inicio de la revelación de Jesús como Mesías, como Hijo de Dios. Por eso es que le advierte de las consecuencias de realizar ese primer milagro.
Y ella parece asumir esas consecuencias al instruir a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga”. Con esa orden, María da de nuevo su “Sí”. Y Jesús hizo aquel milagro espectacular en calidad y en cantidad. En calidad, porque el vino era maravilloso. Pero la cantidad era impresionante.
Las vasijas que llenaron de agua eran gigantes: cargaban 100 litros cada una y eran seis: 600 litros, como 800 botellas de vino!!!
Y ¿qué sucede al final? “Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.
Los milagros a veces suceden. Pero nuestra fe no puede depender de milagros. En eso nos ayuda la Santísima Virgen María, que como buena Madre, se ocupa de todos los detalles…hasta la falta de vino en una boda!