La desesperación es un subproducto de la crisis. Esta se agrava cada minuto en las cosas más elementales para la vida cotidiana: la comida, los medicamentos, los precios de todo y el casi nulo valor del dinero, los servicios y como lo sentimos, tememos justificadamente que se agravará más y nos angustia. Pero atención, de la desesperación a la desesperanza hay un paso, es la frustración por decepción.
La mayoría de nosotros, aunque por motivos que no siempre son los mismos, cree que el origen de la crisis es político. Me cuento entre esos. La política no está dando soluciones. No está, como pidió Francisco el 1 de enero, al servicio de la paz. De la paz de la sociedad y de nuestra paz personal.
Hay quienes piensan que el agravamiento de la crisis obedece a un plan. Fríamente calculado y ejecutado por quienes ejercen el poder. Sinceramente, no estoy seguro. Lo que sí creo es que no les importa en lo personal, porque no la están sufriendo y que han tratado de sacar ventaja de ella para lo único que les interesa de verdad que es conservar el poder. Su plan es seguir intentándolo, a cualquier precio. Sobre todo porque piensan que indefinidamente ese precio lo pagaremos otros, es decir el resto de los venezolanos. Sacan la cuenta por Cuba, cuyas condiciones son difícilmente repetibles. Así mienten a los militares, menospreciando su capacidad de pensar. Creo que se equivocan, pero como están en el poder y no padecen la crisis, viven en el espejismo de que así será siempre. Por eso la política del gobierno no sirve al país y origina a la crisis.
También hay un aporte de la oposición a la crisis, es su falta de unidad, elemento básico para tener política y estrategia. La unidad que tenía no era perfecta, pero hemos retrocedido mucho con relación a ella y no ha sido sustituida. Desde la confusión no se puede contribuir a la necesaria unidad de todo el país para lograr el cambio que es lo que me parece que quiere motivar el Presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó. Así podría explicarlo, por ejemplo, el Frente Amplio Venezuela libre. Esto es entre todos, o no va a ser.
La solución de ese problema nodal que es una política no encaminada a resolver no está, porque no puede estar, en que los dirigentes políticos opositores realicen acciones desesperadas. De ellos, y ellas, debemos esperar conducción que produzca soluciones, no milagros ni actos de magia. Se trata de una tarea de obvia necesidad y enorme complejidad.
No se puede confundir con liderazgo las palabras de quienes, por lo pronto, solo parecen querer sacar provecho político de la desesperación.
Fortaleza, solidez, firmeza serena. Eso es lo que necesitamos de nuestros dirigentes. Es lo que debemos exigir los ciudadanos y también ayudarles a tener en estas horas decisivas.