Observó detenidamente a todos los caminantes y tuvo que admitir, que cada día había mas personas dispuestas a recorrer largos trechos para demostrar que el país no sólo empezó a cambiar, sino que sólo puede hacerlo si sus ciudadanos se asumen como tales. Recordaría que hace unos cuantos meses, no pasaban de una cincuentena en una esquina o frente a los hospitales, Defensoría del Pueblo y Gobernación, reclamando medicinas, atención médica, tratamientos para enfermos crónicos, alimentación adecuada y visibilizando la ausencia de servicios como el agua, la luz y el gas, sin otra compañía que la de las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos. Recordaría también, que a pesar de la indiferencia de instituciones, organismos y transeúntes, quienes protestaban, insistían en las mismas, porque si hay algo que acicatea al ser humano, es la defensa del derecho a la vida y aunque suene reiterativo, la defensa a estar vivos, que incluye, la calidad de vida.
Recordaría también el trabajo arduo de recolección de información por parte de la red de Derechos Humanos para documentar, denunciar y difundir lo que previamente habían sustanciado, en medio de las amenazas del poder y el desconocimiento por parte de la mayoría de la población de hechos que permanecían ocultos gracias a la desinformación generada por la censura y autocensura que terminó amordazando la libertad de expresión. Recordaría también el trabajo de organizaciones como Transparencia, cuyo nombre mismo, alude a otro derecho que suele olvidarse: el derecho constitucional que todos tenemos, a conocer cómo funcionan nuestras instituciones, a rebelarnos en contra de la opacidad.
Vio pasar ala enorme multitud de docentes convocados por CITEL, Coalición Intersindical de Trabajadores de Lara,que el jueves 17 partieron desde el Colegio Médico y recorrieron parte de la ciudad hasta la sede de la Zona Educativa, en donde entregaron un pliego de peticiones donde se hace constar que los docentes de preescolar, primaria y media, no han recibido el equivalente a los 3 últimos aumentos salariales decretados por el gobierno. Un detalle no escaparía a nadie: una buena cantidad de zapatos viejos serían dejados a la entrada de la oficina, como expresión del desgaste de quienes recorren un camino, el docente, que acusael deterioro en todos los niveles de la educación en nuestro país y trasciende lo económico.
Recordó sus propias luchas gremiales como educador activo y jubilado. Luchas que incluyeron la actual política educativa del Estado, del cómo éste ha despojado a la educación de su capacidad transformadora, al eliminar en la práctica la posibilidad de acceder al pensamiento complejo inherente a todo conocimiento. El que permite interconectar las diversas dimensiones de una realidad multidimensional, a partir del desarrollo individual en cada estudiante, de la estrategia de pensamiento reflexiva y coherente, estimulada desde la infancia, propiciadora del deseo de investigar y de la actitud crítica y creativa. De la que no se siente amenazada por la presencia de la imaginación.
Evocó sus discusiones sobre la presencia sistemática de lo que parecía ser un secreto a voces: el hecho de no sólo haber sido ideologizada la educación sino la simplificación delos contenidos, al ser eliminadas asignaturas esenciales como la historia, matemáticas, física y química. O labanalización del conocimiento de la lengua, que dejaría a todos, unos más, otros menos, pero especialmente a los muchachos estudiantes de escuelas y liceos, sin las herramientas cognitivas para acceder a carreras universitarias que no fueran las dictadas en “universidades”, cuya esencia niega tal condición, que pretendieron sustituir y castigar a las que fueron ejemplo de formación y exigencia profesional, valga decir, UCV, ULA, UCAB, LUZ y la UCLA, sometiéndolas al acoso institucional.
Dedicó toda la tarde a revisar las redes y los resultados de los Cabildos realizados el jueves. Ya venía harto de cierta tendencia a la verborrea en las discusiones sobre la validez o no de los Cabildos o de la tendencia a delegar en Guaidó toda responsabilidad ciudadana. Y se alegró al confirmar que los cambios vienen a la manera de un río crecido, cuyo cauce ancho no permite el desborde, sino el regreso de la impetuosidad necesaria para fertilizar de nuevo la fe en nuestra propia gente, el rescate del derecho a exponer y disentir públicamente.
En fin, que la palabra ocupa el lugar que le corresponde: ser la única arma posible para estos tiempos complejos en que es fundamental garantizar la paz que nos cohesione a la sociedad civil y los partidos, en la lucha por una salida institucional que fortalezca la vocación ciudadana en la solución de nuestros “asuntos pendientes”. Constitución en mano, ya no hay que convencer del poder de la palabra y la participación individual en un proceso de cambio que no tiene pausas y nos convoca a todos a partir del imaginario compartido, del derecho a elegir la democracia como vía para solucionar nuestro destino.
