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Ante la frágil memoria de los venezolanos, cada vez que se pueda hay que volver a contar la historia: Según Mariano Picón Salas Venezuela entró al siglo XX después de la muerte del general Juan Vicente Gómez, en diciembre de 1935. El congreso gomecista eligió presidente a su ministro de la defensa, general Eleazar López Contreras, quien con astucia abrió cauce a partidos políticos y sindicatos para la transición pacífica de la más cruel dictadura sufrida por el país en su historia a la democracia.
A López lo siguió en el poder otro militar, su ministro de defensa, general Isaías Medina Angarita, derrocado el 18 de octubre de 1945 por un golpe encabezado por los mayores Carlos Delgado Chalbaud y Marco Pérez Jiménez. Allí empezó este último a mostrar su vocación golpista.
El voto para la mujer
Los militares entregaron a Rómulo Betancourt la conducción de la transición política y el fundador de Acción Democrática convocó a la Constituyente que en 1947 aprobó en la primera Constitución democrática el derecho al sufragio a los venezolanos mayores de 18 años –incluidos los analfabetos– para elegir al presidente y los cuerpos deliberantes. ¡Por primera vez las mujeres votaron para estos cargos!
Acción Democrática presentó la candidatura de Rómulo Gallegos quien el 14 de diciembre de 1947 obtuvo 871.752 sufragios (74.47 %), primer presidente por voluntad popular mediante el voto universal, directo y secreto. El 15 de febrero del año siguiente el autor de Doña Bárbara inició la primera experiencia democrática de participación popular interrumpida por los militares a los nueve meses instaurando una nueva y represiva dictadura.
El teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud encabezó el golpe contra Gallegos junto a su compañero Pérez Jiménez y cuando fraguaba un acuerdo electoral con la visión de ser el presidente, su candidatura fue frustrada por su asesinato el 13 de noviembre de 1950, primer magnicidio en nuestra historia republicana. Se asegura que Pérez Jiménez tenía metidas las garras en el crimen para saciar su codicia y presidir un régimen de corrupción, persecuciones, torturas y censura de prensa.
Presidente usurpador
Pérez Jiménez se quedó sin contendor y primero a trastiendas, luego directo, se instaló como presidente por trapisondas en las elecciones del 30 de noviembre de 1952 desconocidas por el alto mando militar quienes lo encargaron presidente provisional. El 17 de abril de 1953 una constituyente espuria lo proclamó presidente constitucional y el fraude se consumó mientras los opositores desarrollaron acciones de resistencia a un régimen oprobioso sostenido con el terror de la policía política y la fuerza militar.
Constructor de las obras aprobadas por la Junta Revolucionaria de Gobierno encabezada por Rómulo Betancourt y el de Gallegos que le dejaban jugosas comisiones, Pérez Jiménez se enriqueció mientras en las cárceles torturaban y en las calles se perseguía y reprimía ferozmente a la disidencia.
El 1º de mayo de 1957 el arzobispo de Caracas monseñor Rafael Arias Blanco pronunció su famosa y valiente pastoral –leída en todas las iglesias– donde denunciaba al régimen por la represión y el desaforado enriquecimiento con la bonanza económica petrolera: “nadie osará afirmar que esa riqueza se distribuye de manera que llegue a todos los venezolanos, ya que una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humanas”.
Los partidos políticos respondieron con más organización, protestas y volantes que la Seguridad Nacional –policía política, actual Sebín– persiguió con saña mientras en la calle se sentía el clima tenso de la conjura y se acentuaban los acuerdos entre civiles y militares.
Una chispa de rebeldía
El 4 de noviembre de 1957 Pérez Jiménez propuso al Congreso Nacional espurio un plebiscito para prorrogar su mandato cinco años más, consulta fijada para el 15 de diciembre próximo, rechazado con firmeza por la Junta Patriótica presidida por el periodista Fabricio Ojeda y el Frente Universitario quienes convocaron a una huelga para el 21 de noviembre, Día del Estudiante, protesta convertida “en una chispa de rebeldía”, como la llama Manuel Felipe Sierra en su biografía del dictador.
El clima subversivo tomaba cuerpo mientras en las fuerzas armadas crecía el descontento. El primero de enero de 1958 un cazabombardero de la fuerza aérea tripulado por el mayor Edgar Suárez Mier y Terán voló entre las torres del Centro Simón Bolívar de Caracas y sobrevuela el palacio de Miraflores en el grito de rebelión de la aviación militar.
Desde el cuartel Urdaneta en Catia el teniente coronel Hugo Trejo desplazó un cuerpo de tanques en inexplicable acción hacia Maracay y fueron detenidos en La Encrucijada. El movimiento fracasó pero el año nuevo de 1958 se inició con el presagio del derrumbe de la dictadura. Las paredes amanecían con escritos contra la dictadura.
Epílogo: la fuga
La Asociación Venezolana de Periodistas convocó a una huelga de la prensa y la Sociedad Patriótica a una huelga general para el 21 de enero como epílogo de los sucesos que culminaron con la cobarde fuga del dictador. El 22 se reunieron altos jefes militares en la Academia Militar y conformaron una junta militar de gobierno que pidió la renuncia a Pérez Jiménez, a quien su socio el general Luis Felipe Llovera Páez le dijo “vámonos compadre que pescuezo no retoña”.
Este domingo 20 en Crepusculario comentaremos estas historias a la una de la tarde por Radio Popular 1130 AM.
Cortesía Globovisión, reportaje 2015