Para recordar: “No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu -dice el SEÑOR de los ejércitos-” (Zacarías 4:6).
Una parálisis en medicina es: 1) “Pérdida total o parcial de la capacidad de movimiento de una o más partes del cuerpo que se debe, generalmente, a una lesión nerviosa en el cerebro o en la médula espinal”. Otra acepción es la: 2) Detención o parada de la actividad política o económica” (wordreference.com).
En tal sentido, escuchamos y leímos el título que usamos hoy, para el mes de agosto del 2018, cuando Venezuela quedó paralizada en el momento que se le quitaron cinco ceros a la moneda. En realidad nuestro país no está paralizado desde esa fecha, tiene muchos años en decadencia y desde hace tiempo está detenida y las frases que más oímos de parte de los entes gubernamentales es: “Este año si vamos a arrancar”; “en estos días si vamos a arreglar esto”; “todos los motores entrarán en acción de acá en adelante”.
Lo anterior, lo que demuestra es una flagrante parálisis porque se ha destruido el aparato productivo, se ha acabado con la industria, el agro, unido a una gigantesca inflación, corrupción, junto a la “pérdida de valores, más destructivos que todos los anteriores”, tal como lo dijo hace poco Laureano Márquez, citando a Thomas Hobbes.
Un profesor, de apellido Peñaloza (1975), nos animaba a resolver una situación como clase o quería darnos una lección y nos contó: Que en una ocasión quisieron hacer la hora más bullosa del mundo y se pusieron de acuerdo que a las doce, hora del meridiano de Greenwich, en toda la tierra debía tocarse una corneta, un pito, hacer un ruido, hasta pegar un grito. Pasaron los días y el acontecimiento llegó. En todos los países, con referencia al meridiano, esperaron que sonara la primera corneta y en ninguna parte se oyó algún ruido. Cada quien esperó que el vecino tocara para él reaccionar, así se convirtió en la hora más silenciosa de la tierra. Moraleja: Toda la humanidad espera que el de al lado haga algo, para ponerse en movimiento.
Hace apenas unas horas, específicamente el 14 de enero de este año, desde Miraflores se dictaron “nuevas” (repetidas, poco creíbles) medidas económicas, para una Venezuela paralizada. Pero, pensamos que no hay forma terrenal para solucionar los problemas que giran en el entorno económico o social. Según varias opiniones están casi inutilizadas: La industria, educación, religión, salud, sociedad, política, entre otros. Aunque las fórmulas humanas son necesarias o imperiosas, no podemos dejar a Dios de un lado en todo lo que hacemos (Salmos 138; Hebreos 4:13).
Por lo anterior, nunca vamos a poner en marcha a Venezuela sino se cuenta con la ayuda celestial. Por ello, nuestro verso de hoy: “No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu -dice el SEÑOR de los ejércitos-” (Zacarías 4:6).
Cualquier conquista, sea bélica, económica, religiosa, hasta la gran lucha contra el enemigo de Jesucristo, sin el Espíritu Santo sería imposible hacer o pensar lo mismo. La Santísima Trinidad es el poder que nos abre el camino o los ojos (Lucas 24:45).
El Santo Espíritu, lo dejó Jesús para que nos convenciera de pecado (Juan 16:8); para que nos ayude en nuestras oraciones, peticiones o necesidades (Romanos 8:26).
En varias ocasiones nuestro país ha querido despertar y repetimos: Sin Dios no hay éxito que valga. La tarea es a nunca desanimarnos o no desmayar, al pedir la ayuda y la fuerza al Dios Triuno, para aceptarlo o requerir su amparo y su guía en todo.