Eran las seis y cinco de la mañana cuando Oswaldo y Marialida salieron de su casa a dar su caminata acostumbrada, ella apurada le insta a vestirse con rapidez y él entonces mete la mano, sin ver, donde estas sus franelas y con la prisa saca equivocadamente la que tiene la imagen grabada de la Divina Pastora y que usa solamente para acompañar la procesión del 14 de Enero.
De regreso al entrar a su casa se produce un ventarrón muy fuerte con silbidos amenazantes que semejaban anuncios espectrales, la tapa del tanque de agua saltó de su sitio y fue a dar al patio. Oswaldo le dice a su esposa que la única manera de fijarlo en poniéndole encima algo pesado y sale nuevamente a la calle a buscarlo, le pregunta a su vecino Luis si tiene un bloque y este le responde que no pero que Pedro, al frente, si lo tenía. Causalmente Pedro está en la puerta de su vivienda y al responder afirmativamente al pedido agrega que está de plácemes porque apenas dos días antes le habían aprobado su jubilación, en ese momento les abordan dos jóvenes armados con pistolas de alto calibre y les exigen que entren a la casa de Pedro. Cuando uno de ellos se acerca al dueño de la casa este le toma del brazo intentando desarmarlo, pero no puede y el delincuente le dispara en el hombro. Oswaldo ve la escena sin poder hacer nada y con las manos en alto porque el otro rufián le apunta al pecho a menos de dos metros de distancia.
Yo miraba aquellas escena y sentía angustia,desespero,impotencia y un profundo vacío existencial porque sabía que estaba enfrentando mis últimos minutos de vida-recuerda-,sobre todo cuando veo que el joven le hace un nuevo disparo a Pedro, ahora en el tórax, y la sangre le brota a borbotones como empujada por un embolo. Quien me apunta sabe que soy testigo de ese asesinato y que puedo identificarlos plenamente porque llevaban la cara al descubierto, el malhechor endereza el brazo y me dispara al pecho, yo estoy con los brazos arriba y al momento de oír el disparo siento que elevan en el aire.
Oswaldo pierde la conciencia pero en cuestión de segundos la recupera e intenta acercarse a Pedro quien agoniza, pero no puede porque la bala le dio en una pierna y quedó por ello inmovilizado. Marialida y otros vecinos corren hacia el lugar de los hechos y él les grita que se detengan porque los asesinos están fuertemente armados y dispuestos a todo. Estos al escuchar los gritos y ver que se abren puertas y la gente sale hacia donde están ellos, disparan al aire y escapan.
Pedro y Oswaldo son trasladados a la Policlínica Cabudare. Pedro ingresa sin vida y Oswaldo es curado. La bala tuvo trayectoria de entrada y salida sin causar daños ni en venas ni arterias, atravesó un musculo y su sanación fue exitosa, aunque para ello tuvo que guardar varias semanas de reposo.
Estando en este periodo de reposo fue a un Banco del Centro Comercial Terepaima, en muletas y acompañado de su hija María Alejandra. Una señora le insiste para que pase a taquilla antes que ella y no quiere y por esa razón tienen una amigable y grata porfía en la cual triunfa la señora. Oswaldo sale del Banco y antes de montarse en la camioneta ve que se acerca a paso muy rápido la señora quien le dice: Usted es la persona a quien le dieron un tiro y fue salvado por la Divina Pastora. Impactado por esta afirmación mira al cielo por unos instantes y al regresarla al mundo ve que la señora ya no está en su presencia.
Oswaldo me cuenta su vivencia y yo callado oro en silencio y le pregunto si conocía a esa señora, si vivía cerca de su casa, si la volvió a ver en otra oportunidad y su respuesta fue una negativa absoluta. Pues-le dije- ella sencillamente fue una mensajera que se presentó ante ti para darte evidencia contundente de quien te había elevado del suelo para salvarte la vida fue la Divina Pastora, ella, la Virgen, puso en tus manos la franela con su imagen para que te sirviera de escudo y al instante preciso del disparo te elevó sin que ni una esquirla tocara tu pecho.
Quien escribe agradece también a la Divina Pastora el permitirle honrarla todos los años con un humilde escrito. Mi promesa con ella es dedicarle mi artículo semanal el día más próximo a su procesión y que ella misma me indique lo que debo escribir para su Gloria y constancia a su feligresía que nunca sus ruegos y devoción son olvidados.
Oswaldo y yo nos hicimos amigos caminando juntos la ruta democrática para que el venezolano tenga una vida mejor, rogamos a ella nos de fuerza para continuarla y lograr el éxito. Dios Con nosotros.
Jorge Euclídes Ramírez
