Cada vez que el 14 de enero anuncia el viaje de la Divina Pastora hacia la ciudad de Barquisimeto, la historia y leyenda pasan vuelta a la página. La leyenda no se recubre con los elegantes ropajes de la precisión, pero conserva el gusto sencillo del pueblo.
El hermano Nectario María se encargó de contarla y de mantenerla muy viva en el sentimiento de los feligreses:
“Cuenta que alrededor de 1740 el Vicario de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto quiso llevar para su iglesia una imagen de la Divina Pastora. El párroco del pueblo de Santa Rosa del Cerrito, para esa época Sebastián Bernal, quiso también para la suya una imagen de la Inmaculada Concepción. Ambos sacerdotes consignaron sus solicitudes en un solo documento a un mismo escultor. Pero hubo una equivocación que todos describen como providencial: el cajón que contenía la Divina Pastora fue enviado al padre Bernal, mientras el que tenía la Inmaculada lo fue al Vicario de la iglesia de Barquisimeto. Cuando Bernal en Santa Rosa se dio cuenta del error, ordenó que la caja fuera cerrada y la condujeran de inmediato a su destino en Barquisimeto”, reseña la obra Los rostros de la Virgen. Divina Pastora (1993), de Matilde Suárez, María y Carmen Bethencourt.
Al intentar los indios al servicio del padre Bernal cumplir la orden del sacerdote, no pudieron mover el cajón, lo cual fue interpretado como un hecho milagroso, indicativo del deseo de la Divina Pastora de permanecer en Santa Rosa.
Fray Buenaventura Carrocera rechaza “por no encontrar fundamento histórico” la versión de los cajones cambiados.
Afirma Carrocera que fue el padre Bernal quien logró llevar la imagen a la iglesia de Santa Rosa. Su investigación documental le permite afirmar que Bernal adquirió para Virgen alhajas valiosas. Destaca “una corona imperial sobredorada y sembrada de dobletes. Dice en 1746 que todo ello no lo recarga como gastos de fábrica “porque todo con otras menudencias lo he costeado de mi propio caudal por especial devoción a la Divina Pastora”, se expresa en la Memoria del III Congreso Venezolano de Historia Eclesiástica (Barquisimeto, 28 de febrero al 4 de marzo de 1977).
Al hacer su testamento, con fecha 13 de octubre de 1791, “dispone ser enterrado debajo del arco de la capilla de la Divina Pastora colocada en esta iglesia de mi cargo”.
Estos argumentos constituyen para Carrocera pruebas evidentes del amor de Bernal hacia la Pastora, quien dispone para ella de un lugar especial en el templo de Santa Rosa.
“La iglesia de Santa Rosa se vino a tierra con el terremoto de 1812. Lo maravilloso fue que, contra toda humana previsión, quedaron incólumes la imagen de la Divina Pastora y su altar. Este suceso aumentó la fe y confianza en el poder la Virgen, y ese fervor mariano creció sobremanera cuando, en ocasión de encontrarse Barquisimeto medio enlutado en 1856 por las numerosas víctimas del cólera, fue llevada a la ciudad procesionalmente desde Santa Rosa, haciendo su entrada triunfal el 14 de enero. Desde ese día comentó a disminuir la fuerza de la epidemia hasta su total desaparición”, se habló en el Congreso Venezolano de Historia Eclesiástica.
En este episodio se cita la actuación del padre José Macario Yépez, noble sacerdote quien postrado ante la imagen, expresará sus famosas palabras:
“Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la justicia divina, por el bien y salvación de este pueblo te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu Divino Corazón cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo en la bajada de la Cruz, te suplico Madre Mía que salves a este pueblo, ¡que sea yo la última víctima del cólera!”.
El 16 de junio de 1856 muere el padre Macario Yépez en Barquisimeto. Nadie se quedó sin saber la noticia.
Fuentes: Matilde Suárez, María y Carmen Bethencourt. “Los rostros de la Virgen. Divina Pastora. Patrona y símbolo. / Rafael Mielgo. La Divina Pastora en Barquisimeto. Editorial Lumosa