#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: La Concordancia #9Ene

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Pido grandes excusas a mis lectores -si los hay- por un lamentable error de concordancia al principio de mi último artículo “Vivir de rodillas”. Escribí un bodrio: “Espero que la mayoría de los venezolanos, dentro y fuera del país, hayamos amanecido ayer…” ¡Qué horror! El sujeto de la oración es la mayoría, en singular, no los venezolanos. Este error se comete mucho, lo leo y lo oigo bastante, pero su profusión no lo justificará jamás. A menudo se emplean frases como esta: Cada uno de nosotros debemos hacer… ¡No, por Dios, el sujeto es cada uno! Me la paso cazando estos errores y resulta que vine yo a cometer uno. Por supuesto, al ver tal en la edición de El Impulso del 26-12-2018, lo primero que cobardemente se me ocurrió fue echarle la culpa al periódico y volé a consultar mi original… ¡y allí estaba como una bofetada a mi orgullo! Mi segundo vuelo fue corregir ese original y enviarlo a mis contactos. He aquí el por qué ellos no recibieron esta vez la edición digital del periódico. Así salvé al menos un porcentaje de mi vanidad.

¿Cómo voy a justificar esta falla? No, no la voy a justificar, aunque hay maneras, por ejemplo: que si en un principio había escrito todos los venezolanos y después cambié a la mayoría y olvidé el importante cambio de la conjugación del verbo…, puede ser, sucede, pero no, ¡asumo mi equivocación y punto!

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Asumir la responsabilidad de nuestras acciones es una excelente manera de construir una sociedad apoyada en la verdad y la justicia, que tanto nos hace falta. Desde el Adán del Paraíso hasta el de hoy en este mundo del caos, el hombre -y la mujer, por supuesto- anda evadiendo la culpa de sus actuaciones fallidas: que si fue Eva la que me dio a probar el fruto de ese árbol…, que si fue el régimen anterior el que construyó el puente caído…, que si fue mi hermanita la que rompió el florero…, que si, que si tú, que si él, que si ella, ustedes o ellos, porque ni de broma nos comprometemos con el nosotros. Pues bien, ya es hora de responder por nuestros actos buenos o malos, dar la cara, corregirlos, si es el caso y hacer respetar la verdad y la justicia. Ese sería el mejor propósito para vivir el recorrido del año que se inicia.

Enlazo otra vez con el asunto de la concordancia por el cual empecé. La concordancia es también responsabilidad, pero no sólo la gramatical, ya aludida, sino la estrechamente unida con la coherencia, la congruencia, la confianza, la concordia. Algo tiene este prefijo co, con, para dar un sentido de unidad. A Juan Pablo II le gustaba mucho hablar de coherencia y es porque ésta expresa unidad de vida, que es lo que debemos aspirar, no sólo individual, sino colectivamente. El mundo sería otro si cada creyente en una fe viviera ésta tanto en su vida privada como en la pública, es decir, si tuviera concordancia y coherencia existencial, ¿pero qué es lo que pasa? Ejemplos sobran.

Cristianos practicantes, incluso católicos, de misa dominical y frecuencia de sacramentos, que siendo legisladores no tienen empacho en impulsar y aprobar leyes ilícitas; si es en el mundo financiero, hacer negocios fraudulentos o de excesivo lucro a costa de otros; si es en la política, cooperar en componendas inmorales; si en el ámbito de la ciencia, apoyar y practicar procedimientos para cegar las fuentes de la vida y la manipulación de la fecundidad; si es la vida familiar, enseñar a los hijos la mentira como disculpa o jactarse de la viveza en el negocio; si es en las relaciones con el prójimo, demostrar discriminación racial, religiosa, política, social; si es en sociedad, irse de la lengua en la crítica, la maledicencia, el chisme, la reputación de las personas, la palaba soez, la expresión vulgar y chabacana… y podríamos seguir con una lista de incoherencias, incongruencias y faltas de concordancia entre la vida pública y la privada.

No hay unidad de vida y, sin ésta, jamás compondremos la comunidad, la patria ni el mundo. Pero acabamos de entrar en un nuevo año, se acostumbra en este caso hacer propósitos, no hagamos muchos para incumplirlos, sino uno solo: vivir la concordancia gramatical y existencial, ¡y ya es bastante!

Alicia Álamo Bartolomé

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