Son 115 años. Se dice fácil pero cuánta agua ha pasado por debajo de ese puente, escribió hace algún tiempo un destacado periodista. EL IMPULSO fue pensado por don Federico Carmona, un larense visionario que poseía una imprenta en Carora, pero conocedor del arte de la palabra que además es progreso, editó un panfleto que fue llevado, a lomo de mula, a todos los parajes de Lara, en donde se exponía la necesidad de crear un periódico que narrara los acontecimientos más relevantes de la ciudad y su entorno.
Fue una hazaña para aquel tiempo remoto, donde aún no se hablaba de democracia y progreso, y eso era precisamente el agudo enfoque que persiguió don Federico.
Desde su fundación aquel 1° de enero de 1904, hasta hoy, EL IMPULSO ha sobrellevado y confrontado regímenes, que sin pudor alguno, han ensayado -a toda costa- el arte del silencio y la mordaza.
Días crueles atravesó este vocero durante las primeras décadas del siglo pasado, y sería Juan Vicente Gómez, uno de los más feroces enemigos de la prensa y del pensamiento, quien sin dilación ordenó la clausura de EL IMPULSO y el encarcelamiento de su director, quien a su vez era hijo de don Federico.
Por su osadía de abrir una sucursal en plena capital de la dictadura gomecista, Juan Carmona tuvo que soportar confinamiento en una sórdida celda de La Rotunda, a donde fueron a parar hombres con ideales democráticos.
Durante el mandato de Marcos Pérez Jiménez, en innumerables oportunidades, periodistas de EL IMPULSO, así como sus directores, fueron detenidos y confinados en mazmorras de la dictadura, y las páginas del rotativo revisadas a diario por un sensor que verificaba con arrogancia cada línea, lo que atentaba contra la palabra y el pensamiento.
Luego, en pleno siglo XXI, EL IMPULSO centenario, patrimonio larense y vocero con la más amplia trayectoria del país, es continuamente asediado por el gobierno revolucionario, que con punzantes amenazas públicas de cierre y con ignominiosas visitas gubernamentales, pretendieron arrodillar la línea editorial del periódico.
Y como los regímenes dictatoriales son intolerantes, incrédulos ante el pensamiento libre, intransigentes ante opiniones que disientan de las suyas, con su acostumbrada despiadada retaliación, el régimen infringió una estocada que creía final para quebrantar la inalterable línea editorial de EL IMPULSO, y torcerla en favor de sus intereses.
Es entonces, cuando desde una ilegítima fundación que no es más que una empresa monopólica, con salvaje prepotencia se ordena no vender más papel prensa a EL IMPULSO, lo que someterá al diario a profunda revisión y reorganización presupuestaria.
Al paso salieron quienes creen en la democracia: periodistas, medios de comunicación, fundaciones, ONGs, partidos políticos, y hasta entes internacionales, a apoyar y expresar el repudio colectivo por la nueva y desacertada andanza de la revolución.
Inalterable, justo, incorruptible, se ha mantenido EL IMPULSO ante el asecho gubernamental. Quien puede negar que EL IMPULSO ha sido la voz de quienes no son escuchados. De quienes han sido callados.
Quién niega que este medio haya y sigue siendo una ventana al mundo para quienes sufren de injusticias, para los desamparados y para quienes creyeron perder la esperanza. EL IMPULSO es un eco que con estrépito cobija a todos los pensamientos, inclusive a voces que defienden al actual modelo político.
EL IMPULSO ha sido un connotado defensor de las libertades públicas e individuales. Se ha planteado desde su génesis, presenciar y registrar pequeños y grandes acontecimientos, siempre comprometido con “el brillo de las libertades”.
Por esa razón, EL IMPULSO es y será nuestro lar formativo, nuestra casa editora, nuestro baluarte democrático, nuestro gentilicio. Somos parte de esta historia. Enhorabuena por estos 115 años de inalterable y objetivo propósito que no es otro que el sagrado deber de informar.