Cada 1º de Enero es la Fiesta de María, Madre de Dios. Y esta frase “Madre de Dios” se dice muy fácilmente.
Pero ¿hemos pensado el significado tan grande que tiene que una mujer, un ser humano como nosotros, pueda ser “Madre de Dios”?
La Santísima Virgen María, Madre de Dios hecho Hombre, es la creatura más grande, más bella, más excelsa que haya existido.
Pero … ¿qué significa, entonces, para una creatura humana ser Madre de Dios? ¿Hemos pensado en esto alguna vez?
Fijémonos en lo siguiente: todas las madres son madre de la “persona” de su hijo. Y ese hijo es una “persona”, compuesta de alma y cuerpo. ¿Qué aporta la madre al hijo? Sin saber ni cómo, aporta la parte material de esa persona, que es el cuerpo. Ni la madre -ni tampoco el padre- aportan el alma. Y papá y mamá son padres de una persona. No distinguimos que, por haber aportado sólo el cuerpo y no el alma de su hijo(a) -la cual vino directamente de Dios- son padres sólo del cuerpo.
Igual con la Santísima Virgen María y su Hijo. Jesucristo es Dios, es una Persona Divina, aunque tenga una naturaleza humana. Por tanto, la Santísima Virgen María realmente concibió y dio a luz a Jesús que es Persona Divina. Entonces, aunque Ella no haya aportado la divinidad de su Hijo, aún así, María es llamada con toda propiedad “Madre de Dios”.
Así lo reconoció su prima Santa Isabel cuando, “llena del Espíritu Santo” ante la presencia de María, exclamó: “¿Quién soy yo para que venga a verme la Madre de mi Señor”? (Lc. 1, 41-43).
Ese profundo y singular misterio es lo que celebramos cada primer día del año.
Sin embargo lo más importante para nosotros y lo que más desea la Santísima Virgen María -Madre de Dios, pero también Madre nuestra- es que la imitemos a Ella, pues imitándola a Ella estamos imitando a su Hijo. Y es imitando a ambos como de veras podremos llegar a la gloria del Cielo.
¿Qué imitar de la Madre de Dios? Pensemos en su espíritu de oración: María oraba y en oración la encontró el Ángel cuando le anunció el misterio de su Maternidad Divina. Su humildad y su entrega a la Voluntad de Dios: se reconoce “esclava del Señor” y se entrega a que se realice en ella todo lo que Dios quiera. Su fe a toda prueba: María creyó por encima de las apariencias y de las posibilidades humanas; creyó que lo imposible se realizaría en Ella: ser la Madre del mismo Dios.
Isabel Vidal de Tenreiro
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