Venezuela necesita un cambio drástico,
lo que sucede cada nuevo día es caótico,
las calles cada vez más repletas de vándalos,
que nos roban fácilmente con sus tentáculos.
Por eso las personas caen en pánico,
porque los roban hasta los funcionarios parásitos,
que se aprovechan de su trabajo en el tránsito,
para quitarles el dinero tan veloz como un relámpago.
Así queda en evidencia que se ha perdido la ética,
porque hasta la educación que se brinda es tétrica,
llevando al joven a un intelecto mísero,
limitándolo a surgir y obligándolo a ser típico.
Y ni hablar del trabajo de los políticos,
que se merecen todos los sinónimos de pésimo,
porque nos tienen viviendo en un mundo jurásico,
cuando realmente somos el mejor país geográfico.
Por eso nos convertimos en el centro de atracción del público,
que ven nuestra realidad y nos hacen sentir tan ridículos,
impulsando a muchos a querer salir de este vicioso círculo,
emigrando a otras fronteras, en busca de un sitio más pacífico.
Aunque para comenzar con el cambio no hay que estar en la cúpula,
ni mucho menos tener que vestir de túnica,
sólo hay que tener firme la intención que es única,
de mejorar al país, esa sí es una acción patriótica.
El cambio realmente partirá desde lo mínimo,
desde la ayuda a un mendigo para llenar su estómago,
desde consolar a quien sufre de desánimo,
con un un abrazo cálido o con palabras de ánimo.
Y cuando estas acciones se conviertan en hábito,
podremos superar poco a poco todos los obstáculos,
que nos tienen limitados como el rojo de un semáforo,
y así poner luz verde, y alcanzar poco a poco el éxito.