Para recordar: “Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti”
(Juan 17:1).
En esta época, prácticamente, una de las palabras que más suena es: Navidad. Se refiere al nacimiento de Cristo. Pero, tristemente hay situaciones que opacan la razón por la cual vino al mundo. Entre otras: Se ha convertido en un comercio; las fiestas limitan reflexionar sobre el nacimiento; la religión cristiana no están unificada frente al nacimiento de Jesús, o se promueven fantasiosas historias como la de San Nicolás.
Aunque en el mundo se habla, se canta, sobre el nacimiento del niño, numerosos no aceptan su pre existencia o desconocen su divinidad; condición que el Salvador tuvo que esconder para poder nacer y vivir en nuestro planeta, ya que vivía en el cielo, como Hijo de Dios (1ª Pedro 1:18-21) y por ello tuvo experimentar las mismas necesidades de un recién nacido, y él mismo decidió despojarse de esa divinidad para poder redimirnos, a riesgo de su propia vida eterna (ver: Filipenses 2:7-11; Hebreos 4:14-16).
Según E. White, muchos profesos cristianos “aseveran que él no existió antes de su venida a este mundo” (Conflicto de los Siglos, p.578) ¿Si esa es la posición de algunos cristianos, que dejamos para los que no lo son? Muchas veces dijo quién era, pero pocos lo aceptaron; en diferentes ocasiones lo manifestó, tal cual la oración registrada en Juan 17: “Padre glorifica a tu hijo, para que tu hijo te glorifique” (v.1).
Jesús, consideraba a José, como padre adoptivo, pero mantenía una gran relación con su Padre celestial. Y estaba decidido a dar su vida por el mundo entero (Hechos 4:12). Sin ninguna mala intención, Él mismo señaló que su Segundo regreso pasaría inadvertido para muchos (2ª Pedro 3:10), tal como lo fue su primera venida (Juan 1:11).
En aquel tiempo, fueron pocos los estuvieron cercano al nacimiento; y siendo Señor del Universo (Apocalipsis 19:16), le tocó dar su primera respiración en un establo. Repetimos: Al quitarle lo divino, presentó las mismas necesidades de un neonato; donde “María dio a luz a su hijo” (Lucas 2:7), debía alimentarlo y cubrirlo del frio. Por ello, se les dijo a los pastores: “Encontrareis al niño envuelto en pañales” (Lucas 2:12).
Recalcamos que fue un nacimiento milagroso, porque la virgen concibió por gracia y obra del Espíritu Santo (Isaías 7:14; Mateo 1: 18-20). Inclusive, la profecía hablaba del tiempo y lugar indicado para nacer (Miqueas 5:2).
En libros como el de Neonatología, de Tricia Lacy Gomella y distintas páginas web, mencionan numerosos cuidados del recién nacido: Desde el examen físico; control de temperatura, alimentación, descanso, higiene, la prevención de enfermedades, proporcionarle un techo, orientarlo (corregirlo) y darle mucho amor. El atraso y las circunstancias, no permitieron que a Jesús se le cubrieran todas esas necesidades. No obstante, Dios (Padre), ángeles y padres terrenales lo cuidaron bien.
En nuestro país, el gobierno de turno, tiene gran responsabilidad para que a los niños, recién nacidos, se les ayude con sus necesidades; ya que no todos los progenitores pueden hacerlo, tal vez por falta de trabajo; por el sexo descuidado o promiscuo; la situación económica, la deteriorada educación y la opaca visión religiosa para este tiempo.
En la II Parte, hablaremos el por qué la religión y la educación forman parte de la necesidades de un neonato y no solo se trata darle dinero a las embarazadas, o las que se embaracen, ya que todo niño debe crecer en Dios y como un buen ciudadano (Continuará).
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