Uno de los eventos que me ha resultado más gráfico de la dimensión de la tragedia que vivimos en Venezuela es la protesta general por la irregularidad en la distribución y la calidad de los perniles que el gobierno ofreció repartir.
No recibir un pernil es una calamidad. Más calamidad que la inseguridad, la escasez de alimentos, la precariedad de los hospitales, la falta de medicinas, la falta de electricidad, agua, gas y todos los etcéteras que faltan en este país. Incluso más que no recibir la caja Clap. El pernil se ha convertido en el tema nacional, sencillamente porque el tamaño del sueño de un venezolano hoy se ha reducido a tener uno, medio o un cuarto de pernil para celebrar la Navidad.
Atrás quedaron las ansias de superación, las ganas de trabajar. El chavismo las destruyó con su lema de que lo que uno no tiene es porque otro se lo quitó y con su falacia de que el gobierno está en el deber de proveer todo a los ciudadanos, a cuenta de que somos un país rico. La caída de los precios del petróleo demostró que, si la riqueza no se invierte, el país rico en un abrir y cerrar de ojos se convierte en un país pobre. El daño causado por Chávez, Maduro, los hermanos Castro y su círculo es inconmensurable y tomará al menos un par de generaciones remediar.
Cuando el país era próspero, la gente trabajaba y vivía. En la Venezuela chavista se prospera enredándose en un guiso y se sobrevive dependiendo del gobierno. Parece que para el chavismo es imposible entender que la riqueza de un país radica en su gente y en las oportunidades que el país ofrezca, no en las riquezas del suelo y subsuelo. Si eso fuera cierto, Japón sería un país paupérrimo y es uno de los más ricos, sólidos y prósperos del mundo. Encima, la aniquilación de PDVSA y las desquiciadas políticas económicas, impedirán que haya progreso. Pero desde hace rato estoy convencida de que no es impericia, sino la estrategia del régimen de mantenernos a todos en modo supervivencia para dominar, para manipular, para subyugar.
Por eso termino diciéndoles a mis compatriotas que sí, que protesten por su pernil. Que lo exijan. Y que lo peleen. Somos tan únicos que tal vez un pernil logre que finalmente nos unamos en un gran frente de ciudadanos para salir de la peor tragedia que hemos vivido en nuestra patria.