Ahorita el Morere es una cloaca pestilente, pero hasta las primeras décadas del siglo 20 era el rio benefactor de la ciudad y limite de lo urbano y los caminos indescifrables de la Otra
banda que comunicaban a Carora con los misterios de tierras próximas pero que las inclemencias del clima y la tortuosidad del paisaje hacían lejanas.
Como ejercicio de resurrección para el rescate de nuestro gentilicio y la obligación que tenemos de recuperar nuestro rio para incorporarlo como parte indispensable de nuestra
ciudad, viajemos un instante hacia ese pasado cuando el Morere todavía era rio.
Llegaban como brotados de un túnel de soledad , polvo y silencios teluricos. Hombres curtidos por el sol y las ventiscas ,con ojos siempre mirando lejos , todos de una misma edad , la edad del no cansarse nunca , la edad del rostro amarrado con hilos de una
esperanza nómada ,todos entre quince y sesenta años , hombres de una misma edad…así llegaban , como brotados de la nada ,transmigrados de ignotos y agrestes paisajes al norte del Morere..cruzaban el Puente Bolívar siempre en caravanas, sobre mulas o rocinantes musculados.
Venían de Coro , Churuguara , Baragua , Purureche , venían de San Francisco , El Blanco , venían de semanas con días caniculares y noches espectrales , venían con la piel íngrima de sexo y el alma humedecida por los recuerdos circulares sobre amores y posibles
ardores en talamos vegetales.
Venían de un mundo donde el espíritu se conectaba directamente con los espacios insondables del Sol, la Luna y las Estrellas, venían de interminables conversaciones con la propia memoria de otros viajes, andar y andar, con Juan delante y Jacinto atrás, adivinando la huella de una ruta trazada por la costumbre, en un desierto de caminos imaginarios y frases parcas como flechas sonoras dentro del ventarrón.
Dentro del corazón arriero , las nostalgias se iban diluyendo ante la proximidad de la llegada , al divisar La Glorieta y la armazón del Puente Bolívar el capullo del tiempo aprisionado explotaba en una flor de sensaciones balbucientes…Se cruzaba el Morere y un impacto atropellado de gente invisible se colocaba frente a las patas cansadas de la cabalgadura..Alejandro Riera , Don Alejo los miraba pasar desde la puerta de su posada en el cruce de la Calle Bolívar con la calle Falcón , los arrieros continuaban hasta la Plaza Bolívar y allí se detenían a tomarse una cerveza fría bajo La Ceiba , en la Botillería de
Luis Pernalete Oropeza ….la Botillería La Ceiba , allí llegaban a refrescarse luego de varias semanas de andar a caballo…Luis Pernalete les atendía , siempre serio y siempre amable , con sus inmensos lentes de carey ,con sus pantalones de Lino y su Chaqueta de Lino siempre abierta y su franela de liencillo muy blanca , lavada con cloro y remojada con lejía , despercudida totalmente por las manos hacendosas de Dona Irene Madrid , hija de Ángel Madrid……La Botillería La Ceiba ,en la Calle Comercio , con sus aceras altas , muy
altas , con escaleras…sobre la calzada y olorosos los inmensos y redondos cuajos de excremento animal ,,talabarterías , sastrerías ,tiendas de víveres , sacos de esparto apilados en rumas interminables , Neftalí Barrios , Silva Chávez , los sucesores de Manuel José Perera ,Domingo Matute ,El Cûchare y su casco de cazador multiuso , Sêrbulo Chávez , todos en sus locales y la gente entra y sale , con olores mezclados de orégano y melcocha , quesos fuertes y mantequilla en cajas de madera ,maíz pilado y cuero, cagajones de
bestia y esencia de anís para sacar los vientos , sudor de arrieros y la gente caminando las aceras con el pelo impregnado de Bay –Run… Carora y su Morere… Carora en el corazón.