#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: Desasosiego #28Nov

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Lo hay en el aire. Nuestro país está desosegado y se hunde en la apatía, la abulia, le desesperanza. Ya miramos con indiferencia los desmanes diarios de la dictadura, la descarada propaganda a base de mentiras, como esa de que somos independientes porque ahora contamos con el soberano, cartel enorme que acabo de ver y me dejó estupefacta; como otro, donde hacen reparación o construcción en una acera y reza: ”Juntos trabajamos mejor” y el nombre del podrido como firma de de esa frase genial. Bien, estupefacta quedé yo, la mayoría de la gente ya no tiene esta reacción, pero como apenas salgo a la calle, si lo hago es para ir a un par de sitios definidos, siguiendo la misma ruta y, por supuesto, siempre veo lo mismo, con nada nuevo me tropiezo. Pero hubo un cambio en estos días y por eso sufrí mis estupefacciones. Les cuento.

Hace poco murió en el Hospital Universitario la madre de una empleada de mi casa y me enteré de que para el permiso de entierro no le aceptaron la cédula vencida de la difunta, que ella llevaba consigo, pero por fortuna, había una vigente en la población vecina donde vivía la familia. Eso me sorprendió y alarmó, pues los Álamo Bartolomé estamos en edad de partida. Mi hermano Leopoldo murió el 26 de octubre y era el menor actual (87 años), quedamos, en Caracas, Berenice, que acaba de cumplir 96 y yo que cumplo 93 en enero. Claro que no nos pueden dejar insepultas por razones sanitarias, pero imagino la añadidura de complicaciones, que de suyo ya son muchas, a lo pobres deudos para arreglar el asunto, así como otros tropiezos para acreditar documentos. De manera que, con justificado desasosiego por la incertidumbre de todas las diligencias oficiales que nos afectan, salí con mi hermana un viernes -ella en silla de ruedas, yo de bastón- para arreglar el problema.

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Primer paso: trasladar a Berenice de la silla de ruedas al carro y viceversa, en cada parada; yo, al menos, todavía camino ayudada. Hay una ventaja: a lo ancianos los pasan sin hacer cola, mas una vez que llegamos a la oficina del SAIME de Los Ruices, no pudieron atendernos, ¡porque habían sufrido el robo de todos los artefactos para la cedulación! Nos remitieron a otra oficina correspondiente en La Urbina, llegamos a las 11.15 am, no nos recibieron, se acercaba la hora de almuerzo de lo empleados, debíamos volver a la 1 pm o el lunes a las 9 am. Escogimos el lunes, pero cuando aparecimos, no había cedulación de adultos si no de niños, nos mandaron para la plaza Caracas, en pleno congestionado centro de la ciudad. Sin embargo, nuestro chofer recordó que había un SAIME en Las Mercedes, nos dimos a la tarea de buscarlo, ¡y lo conseguimos! Oficinas modernas, confortables, muy bien mantenidas y amable atención. Con desasosiego, cansancio y mucha tensión, al fin pudimos renovar nuestras cédulas, aunque pasarán dos o tres semanas para tenerlas en mano. Espero que Dios nos conceda sobrevivir en el ínterin. Estos dimes y diretes me hicieron transitar por diferentes vías y me topé con mis estupefacciones señaladas.

Realmente nuestro andar por esta patria -los venezolano que quedamos- es con gran desasosiego y puras carencias. Siempre con la angustia de qué vamos a conseguir, cómo y a cómo. Dan tristeza las largas colas de gente en los mercados, que está allí desde la madrugada y ver salir a cada persona con sólo dos bolsitas de algo. Esperar varias horas por un par de kilos de harina parece una incongruencia y lo es, pero lo peor es la pacífica conformidad. ¿Por qué no se rebelan? No hay ánimo ni perspectiva, todo es sometimiento tácito y desasosiego perenne, común denominador de la vida.

Tenemos que reaccionar. Beber en la fuente de la historia para cobrar fuerzas. Nuestros libertadores no se resignaron, en las más grandes adversidades supieron sobreponerse y triunfar. De eso sólo hace 200 años, ¿es que hemos degenerado tanto? ¡No, por Dios! De ese verbo desosegar que ha alimentado este artículo, tomemos las dos últimas sílabas, ¡y vamos a segar esta cizaña dictatorial! Si no sabemos el cuándo ni el cómo, mantengamos una fe inquebrantable y la siega vendrá.

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