El último capítulo de la accidentada final de la Copa Libertadores no se podrá escenificar en Argentina, si es que se puede jugar.
A raíz de los graves incidentes de violencia registrados el fin de semana antes del partido de vuelta entre River Plate y Boca Juniors, los dos grandes y clásicos rivales del fútbol argentino, la Conmebol determinó el martes que el partido se dispute en el exterior.
A la espera de un fallo de la comisión disciplinaria de la entidad rectora del fútbol sudamericano, el choque se realizaría entre el 8 y 9 de diciembre en una sede a definirse próximamente.
“El partido se jugará, si se juega, porque está sujeto a fallo disciplinario, fuera del territorio argentino”, declaró el presidente de la Conmebol Alejandro Domínguez a periodistas. “No están dadas las condiciones para que se juegue en la Argentina».
Domínguez habló tras un encuentro con los presidentes de Boca y River en la sede de la Conmebol, situada en las afueras de Asunción.
La Conmebol abrió un expediente disciplinario contra River por el ataque que sufrieron los jugadores de Boca el sábado a su llegada al estadio de su oponente.
El autobús que trasladaba al plantel de Boca fue blanco de piedras y otros proyectiles arrojados por un grupo de hinchas de River, a pocas cuadras del estadio Monumental de Buenos Aires. El capitán y volante boquense Pablo Pérez terminó en el hospital tras sufrir cortes en los brazos y una lesión ocular. Otros tres jugadores sufrieron heridas cortantes o fueron afectados por el uso de gas lacrimógeno.
Boca pidió la descalificación de River y que se lo proclame campeón.
“No aceptamos jugar ningún partido hasta que el tribunal se expida y no estamos de acuerdo con que se haya establecido fechas porque no tenemos cabeza para jugar una final», afirmó Daniel Angelici, el presidente de Boca, tras participar en la reunión.