Argentina esperaba mostrarle al mundo su nueva economía, una más amigable con los mercados, cuando comenzara esta semana la primera cumbre en Sudamérica del G20. En su lugar, el país ahora busca ayuda para evitar una crisis generalizada.
La reunión de dos días de los 20 países más desarrollados y que comienza el viernes tiene como objetivo enfocarse en el desarrollo, infraestructura y seguridad alimenticia, pero se prevé que la mayor parte del marco se centre en las disputas comerciales entre Estados Unidos y China y la firma de un nuevo tratado de libre comercio en América del Norte.
Argentina, que hace apenas un año era uno de los países consentidos de Wall Street, será sede de la cumbre mientras pasa apuros para conseguir ayuda internacional y evitar un colapso.
“La visión original de Argentina era utilizar el G20 para mostrar que había transformado su economía, y en lugar de eso recibe a los líderes del mundo en medio de una catástrofe económica. Así que el momento es inconveniente, por decir lo menos”, dijo Benjamin Gedan, experto en Argentina para el Woodrow Wilson International Center for Scholars.
“En lugar de una vitrina, el G20 es una oportunidad para pedir apoyo internacional”.
Buenos Aires se vio obligado recientemente a obtener una histórica línea de crédito por 56.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional después de una crisis monetaria y una creciente inflación. El peso argentino se ha depreciado más de la mitad de su valor este año y se calcula que los precios al consumidor han incrementado alrededor del 45%. La creciente frustración en torno a los despidos masivos y la pobreza también ha provocado protestas que, se prevé, vuelvan a surgir durante la cumbre.
Sin embargo, el presidente Mauricio Macri querrá mostrar las mejorías en las relaciones internacionales durante sus tres años en el gobierno después de más de una década de políticas proteccionistas durante los gobiernos populistas de la presidenta Cristina Fernández y de su difunto esposo y predecesor, Néstor Kirchner.
Incluso con la inestabilidad económica, Macri ha resuelto una añeja disputa legal con los acreedores que le otorgaron a Argentina un renovado acceso a los mercados globales de crédito por primera vez desde una moratoria en 2001-2002. También ha mejorado las relaciones con Estados Unidos después de años de animosidad durante los gobiernos de sus predecesores, manteniendo vínculos de amistad tanto con el mandatario estadounidense Donald Trump como con el líder chino Xi Jinping.
“Argentina está en un momento complejo, crítico en materia de deuda internacional y de alguna forma va a querer aprovechar este tipo de instancia para confirmar el apoyo que recibe de los países del G-20”, que son acreedores principales de FMI, dijo Julio Burdman, un analista político y encuestador con sede en Buenos Aires.
También se prevé que Macri haga un renovado esfuerzo para que Argentina se convierta en miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En tanto, la vecina Brasil y otro miembro latinoamericano, México, sufren de transformaciones políticas, uno hacia la derecha y el otro hacia la izquierda.
El presidente brasileño Michel Temer será reemplazado el 1 de enero por el derechista Jair Bolsonaro, quien a menudo ha expresado su admiración por Trump, criticado el multilateralismo y prometido renegociar o cancelar una serie de acuerdos comerciales. Al igual que Trump, también se ha mostrado escéptico de las inversiones chinas, al señalar que “los chinos no están comprando en Brasil. Están comprando a Brasil”.
Mónica de Bolle, alto miembro del Instituto Peterson de Economía Internacional, dijo que Brasil se enfocará más en sus relaciones con Estados Unidos y menos en la integración regional con México o el bloque comercial sudamericano Mercosur.
“Creo que esa agenda quedó descartada, al menos desde la perspectiva brasileña”, destacó.
En cuanto a México, existen dudas sobre “si realmente existe un interés en participar con la región o si tiene intereses en otro lado dado que Brasil tendrá, creo, un gobierno antagonista con respecto a México debido a la política derechista y ultraconservadora de Bolsonaro”.
México y Canadá recientemente llegaron a un acuerdo con el gobierno de Trump para una renovada versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el pacto podría firmarse durante el G20, aunque no entrará en vigor hasta que sea aprobado por las legislaturas de cada país.
También existe cierta incertidumbre sobre las posibles políticas del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, quien no estará presente en la cumbre debido a que su toma de posesión es el sábado.
El líder izquierdista ha intentado mitigar las preocupaciones entre la comunidad empresarial, pero molestó a muchos con la reciente cancelación de un nuevo aeropuerto de 13.000 millones de dólares que ya había iniciado su construcción a las afueras de la capital mexicana. Sin embargo, ha prometido evitar el incremento de impuestos y asumir un presupuesto austero.
El argentino Pedro Villagra Delgado, el principal organizador del G20 reconoció la semana pasada que podría no ser posible alcanzar un consenso en cuanto a la declaración final.
“Sería una lástima porque se perdería una enorme cantidad de temas donde si hay acuerdos. Entre ellos, lo que hacen la esencia del G-20”, señaló.
Aunque el conflicto comercial entre Estados Unidos y China no es el único tema del G20, los expertos creen que posiblemente proyecte una sombra sobre toda la cumbre.
“La dinámica entre Estados Unidos y China ha envenenado todos los foros multilaterales. Básicamente no se puede hacer nada más que esperar por un milagro, e incluso eso se ve complicado”, comentó Gedan.
“Lo que es impensable es cualquier progreso del G20 como tal. Como lo dije recientemente en Twitter, citando a un funcionario argentino con el que hablé, quedarían satisfechos con un comunicado que elogiara el clima en Buenos Aires”.