“Esta mañana leí los versos de un poeta que confesaba haberse entregado a la terquedad romántica de tratar de cambiar el mundo”. Con estas palabras comenzó mi hija Irene Greaves Jaimes la presentación de su primer libro, “Lovescaping”, en Houston, Texas, donde vive desde hace poco más de dos años. No puedo encontrar mejor definición de lo que ella ha hecho con su vida: tratar empecinadamente de lograr que el mundo sea un mejor lugar.
Esa búsqueda la ha llevado a vivir en distintos sitios: Italia, Mozambique, China, Guatemala y Estados Unidos. En esos rincones lejanos del mundo encontró que todo lo que había aprendido podía resumirse en que somos más similares que diferentes. ¿Cómo hacer entonces para evitar los conflictos, las guerras, la falta de empatía y de compasión?…
El resultado de su investigación -profundizada durante su maestría en educación en la Universidad de Pennsylvania- es que hay que convertir al amor en el núcleo del sistema educativo, soportado por quince pilares: respeto, entrega, honestidad, comunicación, empatía, confianza, paciencia, compasión, liberación, humildad, solidaridad, gratitud, esperanza, vulnerabilidad y perdón.
Durante la presentación, Irene disertó acerca de algo tan viejo y conocido -y a la vez tan nuevo y desconocido- como el amor. El amor, dijo, es una elección que hacemos, pero ¿cómo tomamos la decisión si no aprendemos a amar? El amor no es algo que recogemos en el camino, sino una práctica que se aprende. De allí su filosofía del amor en acción, basada en los quince pilares. La humanidad del mañana solucionando problemas mediante la práctica de acciones solidarias. Esta humanidad es posible.
Todo ser humano quiere ser visto, oído, tocado. Quiere amar y ser amado. El amor es contagioso, completo e infinito. Las cosas importantes en la vida son muy simples. Lovescaping es un movimiento que intenta como cambio de paradigma el enseñar a amar de manera consciente. “Mi intento de alcanzar esta tarea simple y a la vez monumental es mi obra de vida, mi manifiesto de amor, mi legado”, comentó emocionada mi hija. “La educación que ignora las emociones de las mentes jóvenes enfrenta el riesgo de más conflictos”. “No, no es una terquedad romántica. Podemos rescatar a la humanidad a través del cultivo sistemático del amor”.
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