Casi 4.000 migrantes centroamericanos se prepararon para abandonar un estadio deportivo en el sur de la Ciudad de México en la madrugada del sábado, iniciando la parte más larga y peligrosa de su andadura hasta la frontera con Estados Unidos, que es blanco de las críticas del presidente Donald Trump.
El grueso de la caravana seguirá a los aproximadamente 900 migrantes que partieron de la capital mexicana el viernes, y muchos estaban impacientes por seguir avanzando tras haber pasado gran parte de la semana acampados en el estadio Jesús Martínez.
«¡Vamos, vamos!», gritó el hondureño Eddy Rivera, de 37 años, que ya no quería quedarse más tiempo en el campamento.
«Todos estamos enfermos del frío, de la humedad», agregó Rivera, que dejó a su esposa y cuatro hijos en Honduras. «Queremos salir ya, tenemos que llegar a Tijuana».
Aunque no estaba seguro de cómo sería admitido en Estados Unidos un trabajador agrícola no cualificado como él, su sueño es sencillo: ganar suficiente dinero para construir una pequeña casa para su familia en Puerto Cortés.
El plan de los migrantes consistía en tomar el metro hasta la parte norte de la Ciudad de México y desde allí ir primero a la ciudad de Querétaro, y más tarde a Guadalajara (en el estado de Jalisco), Culiacán (Sinaloa) y Hermosillo (Sonora) hasta llegar a Tijuana, en la frontera estadounidense, señaló Nashieli Ramírez, directora de la Comisión de Derechos Humanos de México.
El 90% de los al menos 4.000 centroamericanos que siguen en la ciudad partirán antes del amanecer del sábado y otros 400 decidieron quedarse en el país, agregó.
El gobernador de Querétaro, Francisco Domínguez, dijo que la caravana se alojará en el estadio Corregidora de la capital estatal, que también se llama Querétaro, y que las autoridades estaban preparadas para recibir a 4.000 personas.
Para muchos será incluso su primera vez en metro y desconocen la ciudad o la ruta de 2.800 kilómetros (1.740 millas) que tienen por delante hasta Tijuana. En el norte de México operan cárteles y bandas relacionadas con el narcotráfico.
A lo largo del camino, las comisiones de derechos humanos estatales han hecho “una cadena de protección” para acompañar a la caravana, señaló Ramírez.
Miles de migrantes pasaron los últimos días descansando, recibiendo atención médica y debatiendo cómo proceder con su ardua caminata por Centroamérica y México que comenzó a mediados de octubre.
Representantes de la caravana exigieron el jueves autobuses que los lleven a la frontera, pero por el momento no recibieron ofertas, algo que frustra a los migrantes. Una de las mayores preocupaciones para todos era mantenerse juntos para mayor seguridad.
La Ciudad de México está a 965 kilómetros (600 millas) del cruce más cercano en McAllen, Texas, pero las inmediaciones de las ciudades fronterizas mexicanas de Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo están controladas por los cárteles y los migrantes creen que es demasiado peligroso arriesgarse. Aunque también implica riesgos, la ruta hacia California está considerada como más segura.
Una caravana más pequeña que viajó hacia la frontera la pasada primavera optó también por llegar a Tijuana, en el extremo noroeste, para cruzar a San Diego. Cuando llegaron a su objetivo, el contingente tenía apenas 200 personas, luego de que muchas se quedaran por el camino.
México ha ofrecido refugio, asilo o visas de trabajo a los migrantes. El gobierno dijo que emitió 2.697 visas temporales a individuos o familias mientras esperan la resolución del proceso de solicitud de un estatus permanente, que se demora unos 45 días. El miércoles, un bus partió de la capital mexicana con 37 personas que volvían a sus países.
Pero muchos quieren seguir hacia Estados Unidos.
Alrededor del 85% de los miembros de la caravana son de Honduras y el resto de Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
La caravana se convirtió en un asunto destacado en la campaña de las elecciones de mitad de periodo de esta semana en Estados Unidos, y Trump ordenó el envío de más de 5.000 soldados a la frontera para hacer frente a la llegada de los migrantes. El dirigente estadounidense también amenazó con dificultar las condiciones para obtener asilo y con detener a los solicitantes en ciudades de tiendas de campaña.