Los fieles difuntos, a quienes recordamos el 2 de Noviembre, son aquéllos que se nos fueron, pasaron a la otra vida, pero aún no han llegado a la presencia de Dios en el Cielo.
Sus cuerpos están enterrados o incinerados o desaparecidos, pero sus almas se encuentran en estado de “purificación” en el Purgatorio. Eso es lo que enseña la Iglesia sobre eso que se llama por ahí el “día de los muertos”.
Por esta razón, es costumbre en la Iglesia Católica orar por nuestros difuntos y ofrecer Misas por ellos. ¿Por qué? Porque la oración puede aliviarles el sufrimiento durante esa purificación por la que deben pasar antes de que entrar al Cielo.
Los que aún estamos aquí también tendremos que morir. Y, pensándolo bien, la muerte es el momento más importante que uno tiene en la vida. ¿O no? Nacimos para morir. No hay escapatoria.
Y ¿en qué consiste la muerte? En que el alma se separa del cuerpo y pasa a “la otra vida”, a la vida eterna y definitiva. Por eso dice el Prefacio de Difuntos: “la vida no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna”.
También hay que pensar y convencerse de que *la muerte no es un momento desagradable, sino un paso a una vida distinta. Por tanto, *no hay que temer la muerte*. Y esta afirmación se basa, primero que todo en la enseñanza de la Iglesia.
Pero es que ahora además contamos con datos que rigurosamente han recopilado médicos e investigadores serios de aquéllos que dicen haber pasado por el dintel de la muerte y haber regresado a esta vida. Esos son los NDE (sigla en inglés de “experiencias cercanas a la muerte”). Son las personas, cuyas almas han tenido esa experiencia de ir a la otra vida y volver a ésta.
Existen unas cuantas publicaciones sobre este tema, en las que hay testimonios ya bien numerosos y cabalmente estudiados y analizados, que nos hablan de cómo es la muerte y qué hay en el más allá. Hasta ahí el caso de un médico, neurocirujano del cerebro, que no creía a sus pacientes NDE’s, hasta que él mismo tuvo esa experiencia.
Sabemos que nuestra vida sobre la tierra es pasajera y que Dios nos creó para vivir con Él y en El para toda la eternidad. Pero ¡ojo! el que no llega al Cielo lamentablemente llega al Infierno. Y el Infierno también es para toda la eternidad. ¿Qué hay algunos que no creen en eso? Pues conocerán esta verdad cuando pasen de esta vida a la otra.
De las opciones que tenemos para después de la muerte, hay una que no es eterna: el “Purgatorio”. Las almas que llegan al Purgatorio están ya salvadas*, permanecen allí el tiempo necesario para ser purificadas totalmente antes de pasar al Cielo. Por eso es que rezamos por ellas en este mes de los difuntos.
La purificación es necesaria como preparación para poder ver a Dios “cara a cara”. Sin embargo, algunos no han pasado por el Purgatorio. ¿Quiénes son ésos? Son todos los santos anónimos, almas que han llegado directo al Cielo y que recordamos en la Fiesta de Todos los Santos. Y también están los santos canonizados. Tratando de imitarlos, también nosotros podemos llegar.
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