Isabel y Teresa compartían un pan canilla en las afueras de una panadería del este de la ciudad. Se les notaba muy cansadas después de permanecer en una larga cola de personas necesitadas del preciado alimento. Solicitaron del reportero permiso para compartir la pequeña mesa donde tomábamos café y una inesperada conversación nos puso al tanto de sus desgraciadas vidas. Isabel me dijo que estaba cumpliendo ese día 78 años, mientras Teresa había celebrado recientemente sus 75.
Ambas mostraban en sus rostros las huellas del tiempo que, sin embargo, no habían borrado sus bellas sonrisas. Teresa e Isabel estaban descansando un poco y retomar fuerzas porque esa noche amanecerían durmiendo en las puertas de un banco para cobrar al día siguiente sus respectivas pensiones. –Tenemos que llegar temprano para poder acceder a un lugar en la fila y no queremos correr el riesgo de perder el cupo- dijo Teresa”.
Le pregunté sobre ese cupo del cual hablaba y fue grande mi sorpresa cuando supe que habían algunas personas que cobraban a los pensionistas por guardarle un lugar en la cola, con precios que van desde los 100 soberanos hasta los 1.000 por cada uno. Ellos se reservaban por otra parte el derecho de bloquear hasta 10 puestos. Después de esa historia de Isabel y Teresa me acerqué esa tarde-noche hasta la sucursal bancaria donde más de 300 personas intentaban acomodarse para dormir esa noche en los lugares asignados por los “vendedores de puestos”.
En efecto, observé a dos personas revisando y comprobando el pago por adelantado de los “clientes”. Teresa e Isabel estaban juntas preparando una frugal cena con el pan canilla acompañado de naranjadas. -¿A qué hora abre el banco? –pregunté- A las nueve de la mañana, casi 20 horas después – dijeron. A las nueve de la noche, comenzaron a incorporarse otras personas de la tercera edad que buscaban la manera de comprar un lugar y esperar la llegada del nuevo día para cobrar la miserable suma. Teresa e Isabel – nos imaginamos- se quedaron dormidas media hora después de nuestro fortuito encuentro.
II
El fin de semana midieron fuerzas el Real Madrid y el Barcelona, los eternos rivales del fútbol español, una Liga que, asombrosamente, despierta en los venezolanos interés y pasión. El resultado, como saben, favoreció a los catalanes y dejó en la cuneta a los madridistas que no encontramos cómo explicar el desastre del Camp Nou.
Muchos lectores que ya conocen mi debilidad por los merengues han reclamado mis impresiones sobre la “tragedia” y no quiero evadir el bulto cambiándoles abruptamente el tema. El Barsa, no se puede negar- está convertido en una verdadera máquina futbolística, capaz de humillar al más poderoso de los equipos en el mundo. Sin la presencia del omnipotente Leonel Messi fue paz de encajarle cinco goles al Real Madrid sin ningún atenuante, porque los blancos fueron incapaces de tutearse con ellos en esos 90 minutos. Apenas unos minutos en el segundo tiempo apareció una pequeña rebelión que rápidamente fue sofocada por la defensa catalana.
Ni Bale, ni Benzama, ni Isco inquietaron a sus rivales, lucieron lentos, desconcertados, inanimados, carentes de fuerza suficiente para detenerlos en sus avances. Apenas Marcelo, el extraordinario lateral brasileño, salvó la honrilla con un agónico tanto antes de caer rendido. Lopetegui, ya despedido como DT veía desde la línea cómo se le escapaba el empleo ante tanta incapacidad, mientras Messi sonreía desde su palco. Luis Suárez, su cómplice, se solazaba con tres de los cinco misiles que dieron en el blanco. No crean, sin embargo, que los madridistas están “técnicamente muertos” como muchos creen, en el deporte los ciclos son una constante cuando se compite y los verdaderos aficionados comprenden exactamente el valor de una victoria y una derrota. Puedes caer, pero hay la obligación de levantarse. ¡Hala Madrid!
III
OBITUARIO: Nos apena el lamentable fallecimiento de Rafael Benedicto Parra, abogado, sobrino de doña Dory Parra e hijo de Benedicto Parra, quienes fueron en el pasado reciente dos grandes defensores de nuestra democracia. Desde muy niño, Rafael Benedicto aprendió el valor agregado de ser parte de una familia muy reconocida y apreciada en nuestra región, de una extensa trayectoria política sustentada en los principios democráticos aprendidos en la eterna lucha por la libertad. Descanse en paz Rafael Benedicto.