Hombre muy bien formado, elegante y educado, desde muy niño siempre soñó con la presidencia. Graduado en Ciencias Políticas en París, Diógenes Escalante estuvo de Ministro Plenipotenciario casi tres lustros en Londres. En 1929 su nombre estuvo en la mente de Juan Vicente Gómez para traérselo del Reino Unido, pero al final el tirano se inclinó por Juan Bautista Pérez, a quien encargó de la presidencia y más tarde defenestró. En 1934 Gómez lo envió a Ginebra a defender los límites de Venezuela de la voracidad terrófaga de Colombia.
Escalante fue secretario de su coterráneo el presidente Eleazar López Contreras, (a quien acompaña en la imagen, 1936), ambos nacidos en Queniquea, Táchira, a quien llevaba seis años y embajador del presidente Isaías Medina Angarita en Washington, donde jugaba golf con su amigo el senador Harry Truman con quien desarrolló profunda amistad, más tarde presidente de los Estados Unidos cuando su nombre sonó otra vez en Caracas.
Medina propuso a Escalante como candidato de su Partido Democrático Venezolano, PDV y en Acción Democrática coincidieron con él: Habían logrado un candidato de consenso. Rómulo Betancourt y Raúl Leoni se fueron a Nueva York y se reunieron con el diplomático tachirense, quien dejó la embajada y se vino a Caracas para concretar el acuerdo con Medina.
Los adecos querían –entre otras reivindicaciones políticas– elecciones del presidente y los cargos de representación mediante el voto universal, directo y secreto por los venezolanos mayores de dieciocho años, incluidas las mujeres desde siempre arrinconadas por el machismo a los fogones. Como presidente, Escalante debía promover los cambios exigidos por la sociedad venezolana.
La razón perdida
Convocado a Miraflores el 3 de septiembre de 1945 a una reunión con el presidente, su gabinete y la dirección del PDV, en medio de frases incoherentes y sin sentido Escalante pedía a su secretario privado Ramón J. Velásquez aplazar la cita por no encontrar las camisas que estaban en el armario. El asistente explicó la situación a Miraflores cuando llamaron para conocer del retardo del candidato.
Una junta médica conformada por los doctores Rafael González Rincones, Vicente Peña, Miguel Ruíz Rodríguez y Enrique Tejera París, certificó que Diógenes Escalante había perdido la sindéresis. Tiempo después, en las tertulias de El Nacional cuando fue su director, Velásquez recordaba la frase del doctor Tejera, “Perdida, la razón está perdida, Escalante se ha vuelto loco”.
Ante la indisposición mental del virtual presidente, el aplazamiento del acuerdo no se hizo esperar. Truman lo mandó a buscar en el avión presidencial y Medina insistió con su candidato, el ministro de Agricultura, Ángel Biaggini, propiciando mes y medio más tarde el golpe de estado del 18 de octubre de 1945 por un sector joven del ejército aliado a última hora con los dirigentes adecos.
“Anodino y gris” había calificado Betancourt al ministro Biaggini que Medina quiso imponer y fue la manzana de la discordia para el golpe de octubre de 1945 contra el presidente Medina.
La demencia inesperada le impidió a Escalante el sueño de ser presidente y aceleró el golpe de estado contra Medina Angarita.
El pasajero de Truman
En 2008, casi de manera simultánea circularon en Caracas dos libros sobre la controversial figura de Diógenes Escalante, los trabajos de investigación de la periodista Maye Primera Garcés en la Biblioteca Biográfica Venezolana y la novela El pasajero de Truman, del escritor margariteño Francisco Suniaga (Editorial Mondadori), quien reunió en tres personajes la narración del hecho real de la locura de Escalante, el propio personaje, Hugo Orozco y Román Velandia. El título viene por la decisión del Jefe de Estado norteamericano de mandarlo a buscar en el avión presidencial.
Las camisas voladoras
Inspirado en ambos libros y otras referencias, en 2011 el actor y dramaturgo catalán de toda la vida en Venezuela Javier Vidal, montó con éxito de público la pieza teatral “Diógenes y las camisas voladoras”, estrenada el 1 de julio de ese año en el Teatro Trasnocho de Caracas con Vidal en el personaje de Escalante, José Miguel Dao y Jan Vidal Restifo, como secretario del diplomático, bajo la dirección del dramaturgo Moisés Guevara. Los argumentos del candidato eran que las camisas no estaban, se fueron en vuelo estimuladas por sus enemigos. Pero sobre la cama estaban 18 camisas. En su locura no lograba verlas.