Diario EL IMPULSO/18 de noviembre de 2012/ Violeta Villar Liste/ Fotografías Archivo IMP
Nunca se supo de tertulia mejor al calor de un café con leche apurado a ratos. Allí estaba Joaquín Marta Sosa, poeta, escritor, Individuo de Número de la Academia de la Lengua y, en unas cuantas horas (era la mañana del miércoles 14 de noviembre) orador de orden a propósito del Doctorado honoris causa conferido por la UCLA al poeta Rafael Cadenas.
También Milena de Cadenas y el hijo de ambos, Silvio Cadenas, ya acostumbrado a vivir en la tertulia permanente que el nombre de su padre convoca. De Joaquín a Milena la palabra recorría la amistad de Cadenas con Salvador Garmendia, mientras, más allá de la mesa del Hotel Príncipe, instalada a una cuadra de la piscina y a unas cuantas de la salida a la calle, la ciudad se quebraba en sus bullicios, en sus cotidianas travesuras, en sus hombres y mujeres habitados por el tiempo.
Como quien nunca se ha marchado, llegó el poeta a ocupar la cuarta silla del festín
mañanero y en ese instante hasta su silencio habló. “Vamos a la plaza Lara, aquí mismo”, dijo Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930), eterno caminante de sí mismo, quien desandó la distancia, animado por encontrarse luego de unos cuantos años, con la casa número 16-45, muy cerca del Centro de Historia Larense, de la cual se marchó cuando tenía 20 años, con destino a la caraqueña UCV.
“Esta fue la última casa donde viví aquí en Barquisimeto”, cuenta desde la memoria el hijo de Toribio Cadenas y Rosa González, hermano de Omar, Honorio, José María y Gladys, pero también de Rafael Cordero, a quien sólo le faltó el vínculo de sangre para ser un Cadenas más.
Con esta cofradía de afectos, además de sus amigos, bajaba presuroso al río Turbio. “Ahora me dicen que está seco, pero antes el agua nos llegaba a la cintura. Era de color cenizo, de allí su nombre”, explica mientras celebra con la mirada puesta en el horizonte de lo que fue, el recuerdo intacto del niño estudiante de la Escuela Bolívar y luego del adolescente brillante del Liceo Lisandro Alvarado.
La reja de la casa 16-45 permanece cerrada sin medir ilusiones. El poeta quiere entrar: recorrer su patio interno, sus pasillos antiguos y los cuartos donde fue feliz. El dueño no está. Tampoco la casa es la casa pero al menos, y lo celebra jubiloso, sacan fotocopias y se ocupan de otros menesteres vinculados con la tinta y el papel.
“Por lo menos la usan para un oficio cercano al espíritu del libro”, le comenta satisfecho a su esposa Milena, a quien le dedicó su libro Memorial y cuya presencia cercana, en un banco muy bien puesto frente a la iglesia San Francisco de la plaza Lara, le inspira el recuerdo de San Juan de la Cruz: “Quien anda en amor, ni cansa ni se cansa”.
Pero un poco antes (lo de Cadenas y Milena sentados uno al lado del otro fue después), Joaquín Marta Sosa, subyugado por esto de los recuerdos y la historia de la memoria, citó a Alejo Carpentier y una anécdota curiosa de Luis Buñuel, mientras los estudiantes del Colegio Diocesano se entregaban al sonido del recreo y los hombres y mujeres de prisas citadinas se perdían por oír y no escuchar, al poeta con mano entrelazada en la ventana de la casa 16-45 que en el año 1956 escuchó el regocijo de sus padres y hermanos cuando lo vieron volver, por gracia de una amnistía del régimen de la época, luego de largo exilio en Trinidad.
I
“Callejear”, es la palabra con buen gusto en la boca que nombra Rafael Cadenas para definir ese grato oficio en el cual lo acompañaban los amigos del Liceo Lisandro Alvarado y sus primos Antonio, Ramón y Cheo Lozada.
Barquisimeto, la ciudad de la cuadrícula perfecta, era modesta en sus pretensiones y el este quedaba lejos. Hasta la actual avenida Vargas ya era una aventura el paseo y todos quedaban satisfechos así las tunas mordieran el pantalón y causaran no pocas penurias a los jovencitos valientes en eso de soportar el dolor.
Rafael Cadenas escruta el entorno de la plaza Lara con el entusiasmo de la primera vez y con la pregunta repasa sus propias respuestas con respecto al origen de las casas que nunca se movieron de lugar. Nombres y referencias le permiten atar los cabos de su propia historia y suspirar porque evocar es vivir el pasado al modo del presente.
“Aquí (y señala el punto exacto del centro de la plaza) discutíamos de política. Defendía el marxismo; ahora no. Ni lo nombro”.
-¿Cuál es el espacio más poético de la ciudad de Barquisimeto?
-Este espacio, el de la plaza Lara. Me gusta mucho porque conserva cierto sabor de pueblo dentro de su esencia urbana. Rafael Cadenas es un poeta capital, un clásico de la literatura venezolana. Tiene dos características que lo diferencian: su obra, libro a libro, va cambiando; no hay una obra única. Cada libro va transfigurando el lenguaje, penetrando de otras maneras los temas y recuperando inquietudes. Un segundo aspecto, es que su poesía va mejorando con el tiempo. Lo característico de los escritores es la fatiga de los materiales y los últimos libros son los menos frescos. Con Cadenas ocurre que su último texto (Sobre abierto, editado por Pre-textos) es seguramente el mejor libro de cuantos ha publicado. Su juventud y frescura literaria incrementa cada año. Joaquín Marta Sosa. A dos pasos del Centro de Historia Larense, mientras Milena, el poeta Rafael Cadenas y su hijo, juegan como niños a descender por la cuesta que antes llevaba al río Turbio.
geográfico precisable, es tal vez el libro más sensorial de Cadenas”. Es un libro del mar, del viaje, de la búsqueda interior:
Vengo de un reino extraño,
Vengo de una isla iluminada
Vengo de los ojos de una mujer
En Los cuadernos del destierro (1960). El “yo” se hace persistente como refugio. Como una manera de encontrarse consigo mismo: He resuelto mis vínculos. Ya soy uno. En Derrota (1963) “el poema oscila entre la irredención y la soberbia, entre
la confesión y el alzarse de hombros”, observa Isava. Joaquín Marta Sosa lo
entiende como su poema más celebrado.
En Falsas maniobras (1966), Isava observa a “este hombre inconcluso” quien “se desenvuelve con cierta soltura. Resulta difícil reconocerlo a simple vista. Es conmovedoramente común”.
Intemperie (1977) recoge en Ars poética una lección para todo escritor: que cada palabra lleve lo que dice/que sea como el temblor que la sostiene/que se mantenga como un latido/no he de proferir adornada falsedas ni poner tinta dudosa ni añadir
brillos a lo que es. Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad. Seamos reales. Quiero exactitudes aterradoras.
Textos como Memorial (1977) o Amante (1983) se suman también a los clásicos de su generosa carrera al servicio de la palabra.
Cadenas es profesor jubilado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, “donde dio clases principalmente de poesía española y norteamericana. Ha recibido el Premio Nacional de Ensayo (1984), el Premio Nacional de Literatura (1985), el Premio San Juan de la Cruz y el Premio Internacional de Poesía J. A. Pérez Bonalde (1992), así como una beca de la Fundación Guggenheim (1986). Le fue otorgado en México el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, antes llamado Juan Rulfo”, se cita en su biografía, recogida en el sitio web oficial.[/vc_cta][vc_cta h2=»Conjunto residencial» color=»peacoc» add_icon=»top»]Aquí se vuelve a oír el viento. Pasa entre los edificios, mece los pinos, hiela el autocine. Morador de ninguna parte, no puedo decirte: Sé tú, fiero espíritu,
mi espíritu. Sólo hay una espera en la noche, pero nadie tiene el ímpetu para hablarte como en los tiempos del entusiasmo. Eres lo que eres, una voz solitaria que resuena en los aledaños de las ciudades. Las palabras que te dirigían también pasaron como las alucinantes hojas. Éste es otro mundo, no hay dirección. El viento, cuando azota, golpea en el caos.
(De Gestiones)[/vc_cta]
II
El trío Cadenas insiste frente a la puerta de la casa 16-45 pero nada, el dueño no aparece y los tres, igual de contentos, caminan a encontrarse con otros misterios olvidados de la plaza Lara, entre otros, la sede del Centro de Historia Larense, casona de digna historia afincada en los franciscanos.
En este momento disfruto el último libro de Rafael Cadenas, pero, insisto, libro a libro, va construyendo una poesía distinta, siendo siempre la misma poesía, con idéntica preocupación, con un lenguaje muy característico, simbólico y metafórico, referido a los significados múltiples.
Además, publica obras en otra dirección: El taller de al lado (traducciones), Anotaciones y Dichos, a lo cual se suman dos libros próximos a aparecer: Contestaciones (en el cual toma fragmentos de otros poetas y poesías y las responde) y un texto con escritos inéditos.
Es un escritor que no para de escribir; un escritor toda la vida. Joaquín Marta Sosa, cuando el Sol se asoma atrevido y compite por un lugar con la brisa mañanera. El poeta Cadenas ya está cerca del Centro de Historia Larense. Pero es curioso: hasta las lámparas sin luz de las casas antiguas cercanas a la suya familiar lo detienen
en reflexiones.
III
El silencio y el ensimismamiento en Rafael Cadenas es un rasgo espiritual que le permite buscar nuevas posibilidades y cuando lo vierte en el libro el resultado es mucho más espléndido. Quienes hablan mucho lo vierten todo al exterior. El es como si fuese acumulando en el fondo del pozo aguas cristalinas y cuando saca un balde, es el agua más pura; menos contaminada. Va escribiendo desde su interior.
Su prosa es poética porque es versicular. Escribe con la sensibilidad, el punto de vista y el rango espiritual de la poesía. No es prosa narrativa ni expositiva o de crónica, es prosa de reflexión, emocionalidad y una fuerte vertiente espiritual. Su libro de más prosa como son las Reflexiones sobre San Juan de la Cruz, se puede leer en tanto libro de poesía.
En Cadenas siempre hay un poeta así escriba engañosamente prosa. Joaquín Marta Sosa, cuando ya Cadenas ha atravesado la puerta principal del Centro de Historia Larense y nadie se quiere quedar atrás. Pero falta una pregunta a quien lo conoce por estudio y amistad. Esa frase suya, al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, antes llamado Juan Rulfo (México), la cual fue un sacudón de conciencias:
“Cuiden sus democracias”. Marta Sosa lo resume en una frase: “En el poeta anida un ciudadano y Cadenas, de joven, tuvo participación política muy activa: fue preso, exiliado y al principio de la democracia se le reconoce una participación activa hasta que ocurre lo que él llama su desengaño ante el comportamiento de la izquierda afiliada a los radicalismos. Esa raíz de su adolescencia no lo ha abandonado nunca. En Gestiones, hay varios poemas sólo explicables en quien mantiene una conciencia ciudadana muy honda, que no se nutre de la militancia pero sí del pensamiento y de la reflexión. Los poetas siempre tienen una cierta capacidad de olfatear lo que viene y espero que ese alerta de Cadenas sirva de atención.
Para quien no está cerca del poeta o no ha revisado su obra y biografía esa posición resultó sorpresiva porque se tenía de él la imagen de un hombre dedicado a su escritura, pero es una escritura muy intensamente reflexiva y crítica. Me pregunto si quienes le han dado el Doctorado saben lo que han hecho en tanto inmenso compromiso”.
Uno, dos, tres pasos y ya: admirado con las paredes infranqueables de una casona que resiste al olvido; conmovido por las fotos antiguas colgadas con amoroso cuidado por Carlos Eduardo López, director de la Fototeca de Barquisimeto y con quien se cruza en su visita al Centro de Historia Larense, antiguo convento franciscano.
En el patio de la digna casona, se descubre una mesa, unas cuantas sillas y un calor replegado si bien ya el mediodía toca la puerta. El poeta busca acomodo después del largo paseo por ese sueño llamado infancia.
-Tomar en brazos la vida o ser tomado en brazos por ella significa no esperar nada. Es un dicho suyo. A propósito, ¿qué siente al ser “tomado” por la UCLA para conferirle el Doctorado honoris causa?
-Contento; satisfecho. El ahora escribe aforismos y responde aforismos, aclara Joaquín Marta Sosa con una sonrisa espléndida. Antes, ya al final de la entrevista, había confesado su honra por presentar al poeta en el auditorio Ambrosio Oropeza de la UCLA, vestido de largo para el acto que se cumplió con todos los rigores y justas emociones. “Este orgullo me atemoriza y me avasalla”, dijo.
-Un dicho suyo: Este presente es todo.
-Es realmente lo evidente; el pasado subsiste en la memoria y el futuro no existe.
-Usted se lo ha preguntado: ¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?
-Allí está dicho todo: la poesía intensifica el vivir.
-Si los lectores buscan, en el fondo, revelaciones, ¿ha cumplido esta encomienda?
-No lo podría decir yo. No me atrevo.
-Si antes lo era, hoy, con mayor certeza, el mundo está alucinado por lo utilitario. Luego, ¿vale la pena la literatura y la filosofía?
-Es lo que hace el necesario contrapeso.
-De sus poemas, ¿el preferido?
-Todos.
-Hay una referencia suya, contenida en la biografía “colgada” en la web: En política, le preocupan los nacionalismos, las dictaduras de cualquier signo y las ideologías; en fin, está en contra de la destructividad humana, detrás de la cual están las desmesuras del ego. Aunque se sobrentienda con lo dicho
anteriormente, defiende la democracia, la pluralidad y la convivencia, factores civilizatorios imprescindibles.
-Hay una amenaza evidente por lo que está ocurriendo en este momento y no podemos ser indiferente.
-¿Ha tenido miedo?
-Muchas veces. Hay un miedo necesario; otro se convierte en obstáculo. Lo importante es no dejarnos vencer.
Escribe mucho. Sin pausas. A mano, conforme a la tradición. De la computadora se encargan otros. “Estoy dedicado a los poemas breves y a los dichos que pretenden ser aforismos. Me llegan sin momento preciso”.
-Regálenos un dicho nunca escrito…
-Esta casa es impresionante, recuerda la tradicional vivienda española y ahora, cuando se quiere ignorar la herencia de España podemos escribir este dicho: “Cristóbal Colón prepara otro viaje a Venezuela en búsqueda de su estatua”.
Un sentimiento celebra el dicho inspirado en la casona evocadora: su esposa sonríe, también su hijo. Joaquín Marta Sosa asiente satisfecho y el poeta, sin gota de cansancio, celebra la vida. El tiempo es corto y la hora impone el regreso. Transita, sin apuros, los adoquines recorridos por cientos de huellas. Ve un chichero tradicional y a su hijo le dice: “Mira, chicha”, sin perturbarle el bullicio del mediodía, los conductores imposibles que poco saben de frenar ante el paso de peatón o las conversaciones ruidosas de quienes a su vez atropellan palabras.
Detrás queda la lluvia de la fuente, la imponente iglesia San Francisco, las casas antiguas de colores alegres y la vivienda que un día fue hogar y después será palabra en Rafael Cadenas, el poeta de la memoria y del dicho. El hombre con honor.