Antes de que se iniciaran los vuelos espaciales, pese a que nos resulta muy familiar la observación del cielo, en toda oportunidad observábamos la Luna y en propicias ocasiones al Sol. En ambas observaciones no nos habíamos paseado por determinar y fijar las características observadas. Tanto la Luna como el Sol como si no obedecieran a la atracción (el peso). La atracción es lo que causa que los cuerpos tengan peso en el espacio. Pero de acuerdo con observaciones de este tópico, parece que el peso se manifiesta en la capa gaseosa externa de los cuerpos de los planetas, capa conocida como atmósfera.
El Sol y la Luna a la mirada de todos se ven inmóviles; como si el telón de fondo para el Sol fuese siempre el azul del cielo, y el talón de fondo de la Luna fuese siempre la eterna noche espacial. Pero todo esto es aparente debido a que, como se sabe, el Sol y la Luna se mueven mucho más acá de sus telones de fondo. Y de que si la atracción los afectara, posiblemente hace mucho tiempo ya no estarían en el espacio; se hubiesen precipitado; el espacio, como propone un conocido científico, debe estar vacío para que la luz se desplace a la velocidad de 300.000 Km/s. No es posible que los cuerpos en el espacio se precipiten porque la luz no necesita el vacío para movilizarse, y, además, el espacio no está vacío. Si el espacio estuviese vacío, ningún cuerpo podría sostenerse en él. Y es de todos sabido que los cuerpos se mantienen suspensos porque hay algo que llena el espacio aunque no se le vea.
En cuanto a, la gravedad de los cuerpos parece ser individualmente local y se manifiesta en la capa gaseosa de los cuerpos conocida como atmósfera. Todo lo que se ubique en la atmósfera cae. De allí que en todos los cuerpos rija la ley del despegue; los cuerpos deben vencerla si pretenden escapar de la atmósfera. Consecuencialmente, para que descienda una nave a cualquier planeta o satélite, reducen la velocidad para frenarlo y evitar el choque al caer.
No estamos negando la ley de gravedad de Newton, pero Einstein al referirse a ella señaló: Newton se vio obligado a introducir la hipótesis de que “la fuerza de atracción de partículas materiales en interacción es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. Faraday, sin referirse a Newton, dijo: “No hay atracción a distancia.” Refutaba así la idea de la atracción de las partículas de hierro por un imán; lo que sucede es que el imán desarrolla en torno a él un campo, de modo que lo que ingresa a ese campo se mueve hacia el imán.