Las autoridades informaron el viernes que 11 personas han muerto por el paso de Michael, el huracán más poderoso que haya tocado tierra en el suelo continental de Estados Unidos en más de 50 años. Aunque quedó convertido en tormenta tropical desde poco después de llegar a la costa el miércoles, el meteoro seguía causando daños la mañana del viernes: barría el suroeste del país con lluvias fuertes y provocando inundaciones repentinas en zonas tan lejanas como Virginia.
Vientos fuertes, árboles derribados, calles anegadas y múltiples rescates de conductores atrapados en autos inundados se repitieron en Virginia y en la vecina Carolina del Norte. Aunque los pronósticos contemplaban que Michael seguiría perdiendo fuerza gradualmente, podría comenzar un nuevo capítulo una vez que regrese al mar y comience a cruzar el Atlántico, donde podría volverse tormenta extratropical.
El miércoles, Linda Marquardt estaba con su esposo en su casa de playa en Florida cuando el ojo del huracán Michael pasó justo por su pueblo. Cuando el agua de mar cubrió el primer nivel de la vivienda, la pareja huyó escaleras arriba. Ahora la casa está lleno de lodo y dondequiera que miren en su comunidad de esa franja del noroeste de Florida, hay una devastación total.
Los barcos de pesca quedaron tirados como juguetes, muchas construcciones se quedaron sin tejados y los pinos se quebraron como fósforos ante los vientos de casi 250 kilómetros por hora (155 mph).
Fila tras fila, las viviendas a pie de playa en Mexico Beach quedaron tan destrozadas por la marejada ciclónica y los vientos del meteoro que solo quedan losas de concreto en la arena, un testimonio de lo que era la zona cero antes de que el devastador huracán de categoría 4 barriera con el lugar, conocido como Panhandle, a mediados de semana.
La destrucción en esta y otras comunidades en las playas de arena blanca es catastrófica y se necesitarán miles de millones de dólares para su reconstrucción. «Todos mis muebles estaban flotando», relató Marquardt, de 67 años. «Bajaba un río por la calle. Fue horrible y ahora ya no queda nada».
En las montañas de Carolina del Norte, los conductores tuvieron que ser rescatados el jueves de autos atrapados en las crecidas. Las intensas rachas de viento tiraron árboles y líneas eléctricas, dejando a cientos de miles de personas sin luz. En las ciudades de Charlotte y Raleigh, en Carolina del Norte, se reportaron inundaciones repentinas. Escenas similares se repitieron en Virginia mientras el meteoro seguía avanzando hacia el mar.
En total, más de 900.000 viviendas y negocios de Florida, Alabama, Georgia y las Carolinas estaban sin luz.
Mientras, miles de soldados de la Guardia Nacional, policías y equipos de rescatistas tenían mucho trabajo por hacer aún en la zona más afectada: el Panhandle de Florida. Los residentes se enfrentan a una lucha por sobrevivir en un peligroso paisaje de casas y centros comerciales destrozados, con escombros por todas partes.
En una de esas comunidades costeras, Panama City, la mayoría de las viviendas siguen en pie, pero ninguna propiedad salió indemne. El tendido eléctrico y las torcidas señales de tránsito estaban tiradas por todas partes. Los revestimientos de aluminio quedaron hechos girones y algunas casas quedaron partidas por árboles derribados. Cientos de autos tenían los vidrios rotos. Michael dañó hospitales y asilos en la zona, donde las autoridades tuvieron que evacuar a cientos de pacientes.
«Muchas vidas han sido alteradas para siempre. Muchas familias lo han perdido todo», lamentó el gobernador de Florida, Rick Scott, que habló de una «destrucción inimaginable».
Una aseguradora que produce modelos para catástrofes estimó que el huracán causó alrededor de 8.000 millones en daños. Karen Clark & Company, con sede en Boston, hizo pública la estimación el jueves, que incluye daños provocados por los vientos y las marejadas ciclónicas en propiedades privadas residenciales, comerciales e industriales y autos. La estimación no incluye las pérdidas que cubre el Programa Nacional de Seguros contra Inundaciones.