El cuarto de siglo del catastrófico Foro de Sao Paulo parece llegar a su fin. Inspirado por el extinto Fidel Castro en 1992, nació como refugio de los detritus neocomunistas del Hemisferio ante la debacle soviética.
Al comunismo le llega la gente por dos vías: Odio o idealismo. Los idealistas sinceros suelen reconocer sus errores cuando encaran la irrebatible evidencia del rotundo fracaso de sus inoperativas y desastrosas propuestas políticas, económicas y sociales.
Pero jamás desisten quienes allí llegan por una tóxica mezcla de envidia, resentimiento, revanchismo, frustración, amargura y complejos que brotan de sus almas cada vez que se miran al espejo: Esa constituye la mayoría del aciago Foro, por más que su engendro Telesur procure disfrazarles de “progresistas”.
El Foro jamás fue otra cosa que una coalición de chorizos, cacos y rateros, en general notorios exponentes del viejo refrán venezolano que dice: “si quieres ver bosta volando, dale mando”; y su contenido “social” siempre fue descaradamente elemental: Comunismo para los infelices, y jauja para los enchufados.
Su fundador – Lula Da Silva – hoy languidece en una cárcel; la comadre Rousseff en cuarto puesto como senadora; Haddad, Suplicy, Lindbergh, Pimentel, y otros petistas fundamentales mordiendo el polvo político del Brasil.
Difícilmente podrá el Foro recobrar impacto político en Iberoamérica sin líderes creíbles, financiamiento venezolano; y otra inspiración “cultural” que un complaciente pero octogenario pontífice peronista y la endeble coalición de alevosos que hoy desgobierna España.
Tras años de auge subsidiado por las ambiciones grandilocuentes y manirrotas de otro difunto, ahora viene su total desmoronamiento: Con la Kirchner en Cana, Correa fugitivo, Venezuela en bancarrota, y un mísero puñadito de regímenes desacreditados en países geopolíticamente intrascendentes – como Cuba, Nicaragua y Bolivia – buscando en qué palo ahorcarse.
Saldrá quizás López Obrador como bateador emergente de una tendencia más disimulada y menos carnívora, allá en ese México tan lejano a Dios y cercano a Estados Unidos; pero su abierto contubernio con Donald Trump lo van posicionando más cerca de la taimada Bachelet, siempre más comparsa que protagonista en los peores excesos rojos.
Tras semejante cadena de fracasos, arrastrando la rémora moral del despreciable régimen venezolano, y con la reciente redoblona en su propia madriguera va llegando la hora en que toda América coree el viejo conjuro gitano: “¡Solavaya, foro maldito!”.