#OPINIÓN Divorcio vs Anulación #7Oct

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“Lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mc 10, 2-16), *nos dice el Señor. Pero la unión del hombre y la mujer vive en peligro. Y ahora más con todas esas propuestas y leyes tan descabelladas que amenazan con destruir, no sólo el matrimonio y la familia, sino la civilización misma.

Y puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. De hecho, la mayoría de los jóvenes no quieren casarse. Por ello la Iglesia consciente de los problemas conyugales, apunta en el Catecismo: “Existen situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos… Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios, ni son libres para contraer una nueva unión” (CIC #1649). O sea, no pueden volverse a casar por la Iglesia, a menos que un Tribunal Eclesiástico declare, mediante sentencia de nulidad, que no fue válido el Matrimonio celebrado.

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Sin embargo, la llamada anulación no se trata de un divorcio a lo católico. Tampoco significa que se está anulando el Matrimonio, sino que se declara que dicho Matrimonio no fue válido.

Y desde el 8 de diciembre de 2015 se han agilizado los procesos de nulidad y ahora son gratuitos. Por cierto, son casi 20 las causas de nulidad.

La Anulación es, en palabras del Papa Francisco, “el procedimiento legal para probar que eso que parecía un Sacramento no era Sacramento por falta de libertad, por ejemplo, o por falta de madurez, o por enfermedad mental. Un ejemplo, el matrimonio cuando la novia estaba embarazada… nosotros lo llamamos matrimonio en apuro… no hay la libertad y luego va mal, se separan, y ésta es una causa de nulidad.” (28-9-2015)

Eso dice el Papa. Y esto dice Jesucristo: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro comete adulterio” (Mc. 10, 11-12). Y esto dice el Catecismo: “La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo, que no puede reconocer como válida una nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación” (CIC #1650).

Así que el Catecismo de la Iglesia Católica es bien claro: no pueden comulgar los que estuvieron casados por la Iglesia y ahora están unidos en matrimonio civil, a menos que “se comprometan a vivir en total continencia” (CIC #1650).

El Catecismo es nuestra guía, sobre todo en momentos de confusión como los que estamos viviendo. Por más que uno que otro Cardenal, Obispo o Sacerdote, plantee algo diferente al Evangelio y al Magisterio milenario de la Iglesia, ésta no puede cambiar ni la Palabra de Dios, ni la Verdad: si hubo Sacramento, “lo que Dios unió no lo separe el hombre”.

No hay que olvidar que el Matrimonio es un camino de santidad y, como tal, tiene sus exigencias y cruces. De allí que el Papa Juan Pablo II (20-8-2000), aconsejando a los jóvenes sobre la elección de su futura pareja matrimonial, les dijo así: Toda persona humana es inevitablemente limitada: incluso en el matrimonio más avenido suele darse una cierta medida de desilusión. Sólo Dios puede colmar las aspiraciones más profundas del corazón humano.”

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