Pero lo que se guardan muy bien de decir quienes esgrimen estos argumentos es que esta primera comunidad cristiana de Jerusalén no pudo posteriormente sustentarse económicamente y que fue gracias a la intervención de San Pablo, quien solicito auxilio a otras comunidades cristianas que no habían mancomunado bienes, como pudo salir a flote.
El equívoco de estos ideólogos de izquierda es que intentan vincular a Jesús con la sociopolítica, interpretando sus enseñanzas como elementos conceptuales sobre los cuales construir una determinada organización de la sociedad. En verdad Jesús inicia una Revolución a favor de los pobres cuando en las Bienaventuranzas les promete resarcirlos de sus padecimientos terrenales con una luminosa vida eterna. Condición para ello es cumplir con el mandamiento de perdón y de amor que le agregó a la Ley Mosaica, decálogo que por supuesto también debía y debe ser cumplido.
Pero estas Bienaventuranzas no ofrecen ni sugieren ninguna recompensa ni acción terrenal, precisamente porque el Reino de Jesús no era ni es de este mundo, A este respecto existen en los Evangelios demostraciones contundentes, porque no obstante sus duras críticas a ricos y fariseos, Jesús nunca los enfrentó como adversarios, sino que los ubicó en posiciones de conducta que entorpecían o impedían el tránsito hacia la salvación espiritual. “Que los muertos entierren a sus muertos” y la ambición de los políticos y de quienes justifican su existencia amasando riquezas, es un tipo de muerte espiritual, porque nacen de una soberbia que asfixia la posibilidad de amar y compartir, esencias sobre las cuales se construye el camino trazado por el divino maestro de Nazaret.
Y no es que Jesús estuviese desentendido de la convulsa realidad política que le tocó vivir. Su tiempo fue un tiempo de revueltas y reclamos nacionalistas, de una Judea inmersa en combates políticos internos conducidos con furia y con el detonante de la violencia siempre a punto de encenderse. Allí estaban los Saduceos, avenidos con el Imperio Romano, los Fariseos con un doble discurso mediante el cual eran consecuentes con Roma a nivel privado mientras que en la calle manifestaban otra cosa. Más Jesús nunca les cuestionó sus posiciones políticas sino su doble moral. Debemos asumir entonces que Jesús asocia la pobreza con el desprendimiento y el desapego y no como una condición social disminuida.